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A NTONIO P INTO R ENEDO
Esto se solucionaría si el tabú del feminismo terminase
y se aceptase de forma general que tener funciones distin-
tas en la vida no es algo que haga inferiores a las mujeres,
sino solo diferentes, por ello es mejor que aquellos empleos
que exijan una dedicación total sean ocupados preferente-
mente por los hombres, pues tienen más disponibilidad de
tiempo.
Los niños han sido otra víctima del feminismo, puesto
que, al plantear como meta de las mujeres el realizar vidas
de hombres y trabajos de hombre, las mujeres que lo han
creído se han abocado a olvidarse de la importante tarea de
tener hijos y criarlos, afirmando frívolamente que ya ten-
drán hijos los inmigrantes. Han condenado a la sociedad
occidental a su propio proceso de exterminio y al paula-
tino socavamiento de su raza y cultura en pro de la inmi-
gración en un proceso de envejecimiento de la sociedad.
Lo lógico es que cada sociedad y cada cultura tengan de
forma normal sus propios descendientes, que sean herede-
ros de su propia cultura. Decir que ya resolverán ese pro-
blema los inmigrantes es una forma de no querer afron-
tar el grave problema que el feminismo crea en el aspecto
de la natalidad. No es solo un derecho, sino que es un deber
que cada gobierno el que se asegure de que el relevo gene-
racional se produce y si eso no ocurre es porque hay im-
portantes cosas que cambiar.
Otra víctima del feminismo son los ancianos, puesto
que aquellas mujeres que intentan compaginar un trabajo
intensivo con la tenencia de hijos acaban pretendiendo que
sean los abuelos los que se dediquen a su crianza convir-
tiéndoles en otras víctimas disimuladas de este movimiento.
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