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A NTONIO P INTO R ENEDO
sexo está más capacitado para ello, mi conclusión es que
esa función es preferible que la ejerzan los hombres como
norma general, puesto que el sexo masculino es el que más
libre se haya para poder dedicarse a funciones de impor-
tancia y de dedicación exclusiva, al no tener que pasar por
la tarea del embarazo y la crianza de los hijos. Por lo tanto,
es el hombre el que debe de ser el presidente en el matri-
monio, en ningún caso dictador, puesto que son dos cosas
muy distintas, por ello el hombre debe tomar las decisiones
de una forma democrática, teniendo en cuenta las opinio-
nes de todos los miembros de la familia sin que trate de
imponer sus deseos sobre los de los demás.
Es decir, que el hombre en la pareja debe tener recono-
cida su condición de líder de la familia de una forma ad-
ministrativa, pero democrática; es decir, que de darse el
caso de que un hombre fuera injusto con su mujer o sus
hijos, lógicamente la esposa tendría el derecho a repro-
chárselo o separarse de él si fuera necesario.
La naturaleza decidió especializar los sexos para mejorar
a la humanidad al destinar cada uno a tareas distintas, y el
orden de mando es otro de los beneficios de esa especiali-
zación, puesto que, del mismo modo que en el magnetismo
los polos iguales se repelen, en el hombre no es posible la
convivencia entre hombres y mujeres sin que quede claro la
existencia de unas tareas distintas y con un líder claro.
Otro ejemplo de ello es la disputa que se produce sobre
si después de pronunciar la palabra “niños” se debe de pro-
nunciar “y niñas” estando juntos, pero el problema no
termina ahí, pues entonces habría que determinar cuál de
las dos se tendría que pronunciar primero.
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