EL LIBRO DE ENOC
Él se sentó sobre el trono de su gloria y la suma del juicio le ha sido dada
al Hijo del Hombre y Él ha hecho que los pecadores sean expulsados y
destruidos de la faz de la tierra; y los que han descarriado al mundo serán
atados con cadenas y en el lugar donde habían sido reunidos para la
destrucción serán encarcelados y todas sus obras desaparecerán de la
faz de la tierra. (Ap 20:1-3)
A partir de entonces nada se corromperá, porque este Hijo del Hombre
ha aparecido y se ha sentado en el trono de su gloria, toda maldad se
alejará de su presencia y la palabra de este Hijo del Hombre saldrá y se
fortalecerá ante el Señor de los espíritus. Ésta es la tercera parábola de
Enoc.
Capítulo 70
Y sucedió después esto: que su nombre fue elevado en vida, arriba hacia
este Hijo del Hombre y hacia el Señor de los espíritus, lejos de los que
viven en la tierra; y fue elevado sobre el carro del espíritu y el nombre
desapareció de entre ellos. (Gn 5:24; Si 44:16; Sb 4:10-11; Hb 11:5)
Desde ese día no fui contado más entre ellos y Él me hizo sentar entre
dos regiones, entre el norte y el occidente, allí donde los ángeles habían
tomado cuerdas para medir para mí el lugar para los elegidos y los justos.
Allí vi a los primeros padres y a los justos que desde el comienzo habitan
en ese lugar.
Capítulo 71
Y ocurrió entonces que mi espíritu fue trasladado y ascendió a los cielos
y vi a los hijos de Dios. Ellos caminaban sobre llamas de fuego, sus ropas
eran blancas y su cara resplandecía como el cristal.
Vi dos ríos de fuego, la luz de este fuego brillaba como el jacinto y caí
sobre mi rostro ante el Señor de los espíritus.
El ángel Miguel me tomó de la mano derecha, me levantó y me condujo
dentro de toso los misterios y me reveló los secretos de los justos; me
reveló los secretos de los límites del cielo y todos los depósitos de las
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