A-MORT
A la mujer común le pueden seducir también cosas
efímeras o superficiales, igual que al hombre, y las
palabras engañadoras de galanteo que siempre
susurran en su oído alimentan su vanidad y
banalidad, pero a las mujeres divinas les excita el
honor que alimenta su veneros; muchas mujeres
tenían ese mismo efecto catártico hormonal con los
discursos de Adolf Hitler, una de las revelaciones
más fuertes en el a-mort original
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