A-MORT
Hitler, Gengis Khan, con Leónidas, con Federico II,
con Sinchiruca, con Nimrod. ¡Dioses! Esa es la
palabra y tiene razón al estar celoso Jehová-Satanás.
A-mort es un suspiro eterno que se canaliza por la
espina dorsal como blanca esperma desembocando a
la laguna infinita de la locura y aquel caballo alado
de ocho patas participa audaz en todo contexto. El
A-mort penetra el olfato como efluvio de una
grandiosa voluptuosidad, es la puesta en escena de
los cinco sentidos más allá del mundo terrenal.
El cataclismo del A-mort fluye vertiginoso como dos
estelas de luz que chocan entre sí dando como
resultado a pequeñas y minúsculas partículas que se
incrustan de la manera más desprevenida sobre los
incautos, es tan grande su efecto que el sistema se
impregna de fusionando la materia y el espíritu.
De un solo golpe los dolores pueden ser
desesperantes, el ahogo, la presión en el pecho y una
inmensa conexión entre los seres puestos a prueba
que compartirán la misma agonía, ansia y desespero.
El encadenamiento al que estos seres han sido
sometidos es furia y frio, pero a la vez es la unión
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