Deja
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Una historia deshonesta
por Gianfranco Costa, majorero de adopción. ellibritomajorero
“¡
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de mirarme, mamá! ¡ Yo no tengo nada que ver con eso!” ¿ Cuántas veces he pronunciado en mi vida una frase parecida cuando era niño? Es que mi madre solía esconder las mejores mermeladas, para evitar que nosotros pudiéramos dejarla sin dulces que ofrecer a los huéspedes, que de vez en cuando venían a nuestra casa. Puede ser que una experiencia parecida les haya pasado a ustedes también. Son cosas de niños.
Lo que me sorprende mucho de la vida política de esta isla es que ese mismo estilo, claramente fraudulento, acompaña la manera de actuar de los propios gobiernos canarios. Y no pasa nada.
Bueno, honestamente tampoco a mí me pasaba nada cuando mi madre al final se daba cuenta del inesperado aumento de azúcar en mi sangre; como mucho, me mandaba a tomar por saco y nada más. Curiosamente, de la misma forma actúan los residentes canarios con relación a sus gobernantes en el momento de votar. A pesar de que esa gente resulte a menudo nada más y nada menos que una pesada colección de personajes mentirosos, falsos y dañinos para la economía isleña, no les pasa nada. Los fieles electores locales siempre siguen votando a esa gente, pase lo que pase, roben lo que roben, actúen como actúen.
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Estoy seguro de que muchos de ustedes tienen conocimiento con respecto al tema del absurdo proyecto Chillida, que afecta no solamente al pueblo de Tindaya en el municipio norteño de La Oliva, sino a toda Canarias. Hasta ahora hay evidencia documentada de que los alegres señores que aparecen en la foto de arriba se han comido decenas de millones de euros de dinero público, sin mover ni una piedra.
No exagero al marcar aquí que, a pesar de la desaparición de esos millones de euros, esos honestos gobernantes han sido incluso premiados. Pase lo que pase, la gente de aquí sigue dándoles el voto a esos mismos personajes.