El jugador - Fedor Dostoiewski
recuerda casi nada, o recuerda la mitad o la cuarta parte de lo
sucedido. Pero el barón y la baronesa son gentes chapadas a la
antigua, sin contar que son junker prusianos y terratenientes. Lo
probable es que todavía ignoren ese progreso en el campo de la
medicina legal y que, por lo tanto, no acepten mis explicaciones.
¿Qué piensa usted, general?
-¡Basta, caballero! -dijo el general en tono áspero y con
indignación mal contenida-. ¡Basta ya! Voy a intentar de una vez
para siempre librarme de sus chiquilladas. No presentará usted
sus excusas a la baronesa y el barón. Toda relación con usted,
aunque sea sólo para pedirles perdón, será humillante para ellos.
El barón, al enterarse de que pertenece usted a mi casa, ha tenido
una conversación conmigo en el Casino, y confieso que faltó poco
para que me pidiera una satisfacción. ¿Se da usted cuenta de la
situación en que me ha puesto usted a mí, a mí, señor mío? Yo,
yo mismo he tenido que pedir perdón al barón y darle mi palabra
de que en seguida, hoy mismo, dejará usted de pertenecer a mi
casa...
-Un momento, un momento, general, ¿conque ha sido él mismo
quien ha exigido que yo deje de pertenecer a la casa de usted,
para usar la frase de que usted se sirve?
-No, pero yo mismo me consideré obligado a darle esa
satisfacción y, por supuesto, el barón quedó satisfecho. Nos
vamos a separar, señor mío. A usted le corresponde percibir de mí
estos cuatro federicos de oro y tres florines, según el cambio
vigente. Aquí está el dinero y un papel con la cuenta; puede usted
comprobar la suma. Adiós. De ahora en adelante somos extraños
uno para el otro. Salvo inquietudes y molestias no le debo a usted
nada más. Voy a llamar al hotelero para informarle que desde
mañana no respondo de los gastos de usted en el hotel. Servidor
de usted.
Tomé el dinero y el papel en que estaba apuntada la cuenta con
lápiz, me incliné ante el general y le dije muy seriamente:
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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