El jugador - Fedor Dostoiewski
puestas y el juego, llamándose mutuamente laidak y otras
lindezas polacas por el estilo. Más tarde hicieron las paces, movían
el dinero sin orden ni concierto y apostaban a la buena de Dios.
Cuando se peleaban, cada uno hacía puestas por su cuenta, uno,
por ejemplo, al rojo y otro al negro. De esta manera acabaron por
marear y sacar de quicio a la abuela, hasta que ésta, casi
llorando, rogó al viejo crupier que la protegiera echándoles de allí.
En seguida, efectivamente, los expulsaron a pesar de sus gritos y
protestas; ambos chillaban en coro y perjuraban que la abuela les
debía dinero, que los había engañado en algo y que los había
tratado indigna y vergonzosamente. El infeliz Potapych, con
lágrimas en los ojos, me lo contó todo esa misma noche, después
de la pérdida del dinero, y se quejaba de que los polacos se
llenaban los bolsillos de dinero; decía que él mismo había visto
cómo lo robaban descaradamente y se lo embolsaban a cada
instante. Uno de ellos, por ejemplo, le sacaba a la abuela cinco
federicos de oro por sus servicios y los ponía junto por junto con
las apuestas de la abuela. La abuela ganaba y él exclamaba que
era su propia puesta la que había ganado y que la de ella había
perdido, Cuando los expulsaron, Potapych se adelantó y dijo que
llevaban los bolsillos llenos de oro. Inmediatamente la abuela
pidió al crupier que tomara las medidas pertinentes, y aunque los
dos polacos se pusieron a alborotar como gallos apresados, se
presentó la policía y en un dos por tres vaciaron sus bolsillos en
provecho de la abuela. Ésta, hasta que lo perdió todo, gozó
durante ese día de indudable prestigio entre los crupieres y los
empleados del Casino. Poco a poco su fama se extendió por toda
la ciudad. Todos los visitantes del balneario, de todas las
naciones, la gente ordinaria lo mismo que la de más campanillas,
se apiñaban para ver a une vieille comtesse russe, tombée en
enfance, que había perdido ya «algunos millones».
La abuela, sin embargo, no sacó mucho provecho de que la
rescataran de los dos polaquillos. A reemplazarlos en su servicio
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