EL HIJO DEL VIENTO El Hijo del Viento - Henning Mankell | Page 74
qué. Al cabo de un rato comprendió que intentaba reproducir el carromato y los
buey es el día en que se rompió la rueda y él se vio obligado a tomar una
decisión. Bengler dibujaba mal, la rueda quedó en forma de óvalo, el carro como
hundido, los buey es parecían encorvados y los boy eros no eran más que un
esbozo lineal. Cerró el libro, apagó el candil y se metió en la cama junto a
Daniel. « Hemos de irnos de aquí mañana» , se dijo. « El dinero que tengo basta
para llegar a Hovmantorp y continuar hasta Estocolmo. No puedo prever más
allá» .
Giró la cabeza y observó a Daniel, que y acía enroscado dándole la espalda y
respiraba de forma plácida. Bengler le tomó el pulso sin presionar demasiado y
fue contando mentalmente.
Cincuenta y una. El pequeño tenía un pulso muy regular. Sin embargo, aún no
había alcanzado la fase más profunda del sueño pues, en ese caso, su pulso
oscilaría entre cuarenta y cinco y cincuenta pulsaciones.
Bengler cerró los ojos. La mujer que tenía en su mente apretaba los labios.
Muy despacio, fue regresando al desierto. El sol ardía en sus sueños.
Daniel estaba completamente despierto a su lado. Cuando estuvo seguro de
que Bengler se había dormido, se levantó y abrió despacio el libro que había
junto al candil.
El dibujo no representaba nada. Era como una talla inconclusa sobre una
roca.