EL HIJO DEL VIENTO El Hijo del Viento - Henning Mankell | Page 162
alcanzase. Una vez dentro, dejó a Daniel en el suelo, junto al fuego.
—No vuelvas a salir —le rugió—. Al menos no sin ropa y sin zapatos. Tú
vives aquí y nosotros somos los responsables hasta que vuelva Bengler.
Daniel no respondió. Sabía que Padre no volvería jamás. Y temió que, si
volvía a salir, Edvin lo azotase. Y no quería que eso ocurriera. Dejó que Alma lo
cubriese otra vez con la manta y reanudase el masaje en los pies.
—Si al menos lo entendiese —se quejó Edvin, de nuevo sentado en la silla—.
Pero no puedo ver qué le pasa por la cabeza.
—Hemos asumido la responsabilidad —le recordó Alma—. Y no importa si
entendemos o no.
—Pero ¿cómo vamos a educar a un niño al que no entendemos?
Alma no respondió. Daniel pensó que él era el único niño de la casa. Alma y
Edvin no tenían hijos propios, pese a que y a empezaban a ser viejos. Tal vez sus
hijos y a hubiesen muerto o fuesen tan may ores que se hubiesen marchado de
casa. Quería saberlo, pero aún no se atrevía a preguntar.
—Hablemos con el pastor —propuso Alma—. Tal vez él pueda aconsejarnos.
—¿Qué sabrá Hallen que no sepamos ver nosotros?
—Bueno, él es pastor.
—Es un mal pastor. A veces me pregunto si de verdad cree en lo que predica.
—No blasfemes. Es un religioso. Además, no se da importancia.
—Dicen que es hijo de una puta de un pueblo de Småland.
—No blasfemes. Quiero que hables con él.
Edvin se levantó.
—Tal vez todo mejore cuando empiece a ir a la escuela. Tal y como se
comporta ahora, esto no funciona.
Alma seguía con sus friegas y masajes.
—Hemos de tener paciencia —insistió—. Y a la paciencia, hemos de darle
tiempo.
Daniel observaba el fuego. El baile de las llamas. Cuando cerraba los ojos, la
danza continuaba en su retina. El frío lo había agotado. Cada noche, desde que
Padre se marchó, Daniel se despertaba. Soñaba que Padre estaba ante la puerta
de la casa y que nadie oía sus golpes. Pero cuando abría los ojos en la oscuridad,
comprobaba que no había nadie ante la puerta. Solo el mozo, que roncaba, las
sirvientas y él, que dormía solo en un rincón de la cocina.
Edvin salió. Daniel tenía los ojos cerrados. Alma le masajeaba los pies.
Daniel intentó recrear la imagen de Padre, pero no lo conseguía. Tal vez ni
siquiera estuviese vivo. En ese caso, Daniel habría perdido a dos padres. En
primer lugar, a Kiko. Y luego, a Padre. En más de una ocasión, Daniel intentó
comprender qué sucedió aquella noche, cuando la mujer del velo rojo se quedó a
solas con Padre. Todo lo que ocurrió después, el cambio de planes, era
consecuencia de lo sucedido entre Padre y la mujer mientras estuvieron solos.