EL HIJO DEL VIENTO El Hijo del Viento - Henning Mankell | Page 140
querido, me han buscado los botones del vestido y me han taladrado con la
mirada. Pero a ninguno he abrazado como a ti.
Daniel no entendía a qué se refería. Tampoco quería saberlo. Se encontraba
y a muy dentro de sus ensoñaciones. El pezón que tenía en la boca era la mano de
Kiko que lo llevaba lejos, hacia la montaña donde aguardaba el antílope. También
estaba el cansancio, la mano de Be sobre su mejilla, los cuerpos de todos los
miembros de la familia muy pegados unos a otros, la noche, aún larga, y el alba
que esperaba más allá de todos los sueños de los que hablarían cuando hubiesen
despertado.
—Yo veo tu tristeza —aseguró ella—. Aunque no sé si sabrás lo que significa
esa palabra.
Daniel no respondió. Estaba soñando.
—¿En qué piensas? —preguntó la mujer.
—Pienso aprender a caminar sobre las aguas —respondió Daniel—. Iré a
casa sobre la espalda del mar y aprenderé a moverme con tanto sigilo que el
animal no se despertará para engullirme.
La mujer le preguntó qué quería decir, pero Daniel y a se había dormido.
Se desató una tormenta como de la nada. El ray o y el trueno pasaron por
encima de su cabeza. Daniel se sobresaltó.
Padre estaba en el umbral.
Los ojos le centelleaban y miraba incrédulo lo que se mostraba a su vista.
Daniel apartó la cabeza del pecho de la mujer. Ella aún lo tenía abrazado.
Padre empezó a vociferar.
—¡Insufrible! —gritó—. Una mujer está tragándose a mi hijo. ¿Qué
demonios es esto?
Daniel volvió a hundir la cabeza en su regazo. Sus pechos eran ahora
montañas en las que podía hallar un escondite. Be seguía allí, muy cerca. El calor
que sentía nacía de ella y Daniel pensó que pronto empezaría a arder y que el
fuego pondría en fuga a Padre, igual que se ahuy entaba a los animales con
antorchas encendidas.
—He estado hablando con el niño —dijo la mujer—. He escuchado su
historia. Y no es la misma que usted me contó.
—En tal caso, miente. Solo es un niño. Un bárbaro del desierto. ¿Qué sabe él
de la verdad y la mentira? Le ha contado lo que cree que usted quiere saber.
Además, no podría contar nada, su vocabulario es demasiado limitado. ¿Qué le
ha dicho?
—La verdad.
—¿Qué verdad?
—La suy a.
—¿Y cuál es?