EL HIJO DEL VIENTO El Hijo del Viento - Henning Mankell | Page 130

mismas. « No he visto un león en mi vida» . Padre frunció el ceño. —Cree que « león» es el nombre de un animal sueco —explicó—. Un alce, quizá. ¿No es cierto, Daniel? —No he visto un león en mi vida. —Contesta a sus preguntas, vamos —lo apremió Padre—. La cena no esperará eternamente. Y no podemos irnos a dormir con el estómago vacío. Daniel estaba a punto de rebelarse por tercera vez, de decir una vez más que nunca había visto un león, pero, de repente, los ojos de la mujer le dijeron que ella y a sabía que había dicho la verdad. —En realidad, no tengo más preguntas que hacer —dijo tras unos minutos de silencio—. Aunque es posible que vay a mañana a Strängnäs para escuchar la conferencia otra vez. Si no hay inconveniente. —Por supuesto, no le hará falta sacar entrada —respondió Padre—. Pero, ni que decir tiene, considérese más que bienvenida. Tal vez pueda invitarla a cenar allí, ¿no? Puede que allí no resulte tan inapropiado. —Puede. La mujer guardó el bloc, se puso los guantes y se cubrió el rizado cabello con el sombrero. —Ha sido un verdadero placer —aseguró Padre—. Permítame que le diga, además, que es usted una mujer muy hermosa. No creo que decirlo sea una inconveniencia. —Es usted un hombre muy extraño —respondió ella, aunque mirando a Daniel. « Ella tiene un mensaje para mí» , pensó Daniel. « Ella también está sentada detrás de una roca, y me susurra su mensaje» . Padre se quedó mirándola mientras se marchaba, hasta que se cerró la puerta. —Es muy hermosa —repitió—. Al verla, caí en la cuenta de lo solo que estoy. Claro que te tengo a ti, pero es una soledad de otro tipo. Una soledad que tú no puedes entender. Pero Daniel lo entendía. Estar solo era estar sin. ¿Cómo podía decir Padre que él no sabía lo que era la soledad? Él, que se veía obligado a aprender a caminar sobre las aguas para volver a ver a las personas más importantes de su vida… Había llovido. Caminaban por una calle empedrada, en dirección al mesón. Daniel solía ir de la mano de Padre, pero esta noche no quiso. Además, a Padre no pareció importarle. Daniel lo miraba de reojo. « Está pensando en la mujer de manos delgadas» , se dijo. E incluso le pareció verla reflejada en los ojos de Padre. El comedor del mesón estaba vacío, pero había una mesa puesta. Daniel se