El Gúegüence El Gueguence como manifestación lúdica sincrética | Page 36

El Güegüence como manifestación Lúdica Sincrética agárico)23, por acción del canto y de la agitación convulsiva, por medio del tambor, del baño de vapor, del humo del incienso o del cáñamo, e incluso por hipnosis, mirando fijamente las llamas de la chimenea hasta el aturdimiento. En cuanto a la mimicry, ésta aparece en la pantomima a que se entrega el poseído. El chamán imita el grito y el comportamiento de los animales sobrenaturales que encarnan en él: repta por tierra como la serpiente, ruge y corre en cuatro patas como el tigre, simula la inmersión del pato o agita los brazos como el ave las alas. Su traje indica su transformación: muy rara, vez utiliza máscaras de animales, pero las plumas y la cabeza de águila o de búho con que se viste le permiten el vuelo mágico que lo lleva al firmamento. No cabe duda que la aparición en la obra de elemento animales como el de los Machos son reminiscencias de este pasado tribal y caótico. Todo es representación. También, todo es vértigo, éxtasis, trances, convulsiones y, para el oficiante, pérdida de la conciencia y amnesia final, pues es conveniente que ignore lo que le ocurrió o lo que gritó en el transcurso del acceso. La semejanza con la mimicry infantil es tan manifiesta que el autor no vacila en concluir: "Observando ciertos procedimientos, se está tentado a compararlos con un niño que por ejemplo imagina ser un indio o un animal y ayuda al vuelo de su fantasía por medio de una prenda de ropa o de algún objeto."24 La diferencia está en que aquí la mimicry no es un juego: desemboca en el vértigo, forma parte del universo religioso, y cumple una función social. Volvemos así al problema general que plantea el uso de la máscara. También este uso va acompañado de experiencias de posesión, de comunión con los antepasados, los espíritus y los dioses. La máscara provoca en quien la porta una exaltación pasajera y le hace creer que sufre alguna transformación decisiva. En todo caso, favorece el desbordamiento de los instintos, la invasión de fuerzas temidas e invencibles. Sin duda, el portador no se engaña en un principio, pero rápidamente cede a la embriaguez que lo transporta. Con la conciencia fascinada, se abandona por completo al desasosiego que suscita en él su propia mímica. "El individuo ya no se reconoce", escribe Georges Buraud, "un grito monstruoso sale de su garganta, es el grito del animal o del dios, el clamor sobrehumano. la emanación pura de la fuerza de combate, de la pasión genésica, de los poderes mágicos sin límite de los que se cree y de los que está imbuido en ese instante."25 23 Sobre las virtudes del Agaricus Muscarias y en particular la macropsia: "Con las pupilas dilatadas, el su jeto ve todos los objetos que se le presentan monstruosamente grandes . . . Un hoyo pequeño le parece un abismo aterrador, y una cuchara llena de agua le parece un lago ", véase L. Lewin, Les Paradis artificiéis. Trad. francesa, París, 1928, pp. 150-155. Sobre los efectos paralelos del peyótl y su utilización durante las fiestas y en el culto de los huicholes, de los coras, de los tepehuanos, de los tarahumaras y de los kiowas, en México y Estados Unidos, será útil remitirse a las descripciones clásicas de Cari Lumboltz (bibliografía en A. Rouhier. Le Peyótl, París, 1927). 24 Alfred Métraux, "La Comedie rituelle dans la Possession", Diogène, núm. 11, julio de 1955, p. 26-49. 25 G. Buraud, Les Masques, París, 1948, pp. 101-102. Lic. Francisco M. Zamorano Casal