jardín. Corrió por el césped y se acercó al niño. Y cuando estuvo
junto a él, su cara enrojeció de cólera y exclamó:
- ¿Quién se ha atrevido a herirte?
En las palmas de la mano del niño y en sus piececitos veíanse las
señales sangrientas de dos clavos.
- ¿Quién se ha atrevido a herirte? -gritó el gigante- dímelo. Iré a
coger mi espada y le mataré.
- No -respondió el niño- éstas son las heridas del Amor.
- ¿Y quién es ése? -dijo el gigante.
Un temor respetuoso le invadió, haciéndole caer de rodillas ante el
pequeñuelo. Y el niño sonrió al gigante y le dijo:
- Me dejaste jugar una vez en tu jardín. Hoy vendrás conmigo a mi
jardín, que es el Paraíso.
Y cuando llegaron los niños aquella tarde encontraron al gigante
tendido, muerto, bajo el árbol, todo cubierto de flores blancas.