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El Fausto, la bruja y la fórmula para no morir 19
Natalia bebe a sorbos el té y tras dejar la taza sobre la mesa y cruzar las piernas bajo la falda ajustada, responde midiendo muy bien sus palabras.
— No vi nada. Solo me encontré al entrar con un trabajador que salía de la biblioteca. Yo había venido al zoo porque tenía una cita con Mr. Peter, ya que me había llamado para recomendarme algunos libros. Si lo desean pueden comprobar la llamada. Una vez sola en el pabellón, me creí en derecho, por mi antigua amistad con Dawson, de ir hasta su despacho y allí me encontré con esa horrible escena. No recuerdo nada más.
—¿ No recuerda algo que le hubiera llamado la atención en el despacho, dinero o algo raro?
— No, en absoluto. Lo que sí recuerdo es que el cuidador del zoo salía muy apresurado.
— Bien, Sra. Stevenson. Esto es todo. Todavía tenemos que hablar con el director para investigar sobre los turnos de los cuidadores y, sobre todo, tener el informe del forense. Es casi seguro que más adelante la llamaremos. Por cierto, recuerdos al Sr. Baxter.—¡ Vaya! ¿ Conoce usted al Sr. Baxter?— Hemos jugado a menudo juntos al críquet y por eso sé que ambos compartimos su amistad.— Entonces ya sabe dónde encontrarme.— Sí, Sra. Stevenson. Para cualquier eventualidad, nos pondremos en contacto con usted en su banco.
*
Los aviones siempre habían sido para ella un lugar de grandes reflexiones. Menos hoy, que solo puede escuchar un ruido mental que la aleja de cualquier pensamiento coherente y que la mantiene en un caos interno. Aún no ha conseguido alejarlo