Camello, león, niño y también el dragón
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de un nuevo lienzo para crear su obra. Zaratustra no invita a ser santo, quién en sus cabales va a invitar a ser un “santo camello”, bueno sí, los hubo, los medievales, los del dogma religioso, los que volvieron camello de la teología a la filosofía, pero Nietzsche no es de esos, no concibe esa esclavitud a la moral tradicional, quiere que el espíritu se despoje de esas cadenas y por ello el león no será la última transformación.
Del león se da paso a una tercera transformación, el niño, “inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí” (Nietzsche, 2004, p.44), pero ¿pasar del imponente león al frágil niño?, la respuesta no debe ser algo físico, son las facultades que cada uno despliega, el león se deshace de su enemigo con furia, encuentra su liberta y la obtiene, pero sería nocivo vivir en esa furia, por eso debe haber paso al niño, al que es se comporta en inocencia y en ella todo los descubre y propone sus reglas jugando siendo feliz, trascendiendo de maldades, ese es el niño, libre y creador.