El Dromedario Marzo | Page 13

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El Dromedario

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Chocolate y otras comfort-foods…

Recuerdo escuchar a mi mamá elogiar esta comida desde que yo era muy pequeña. Una vez que nunca olvidaré fue cuando sacaron las donas Ramo y mi mamá sentenció: “ las donas son perfectas para mí, tienen todo lo que me gusta: grasa, harina y azúcar”. Para que una comida sea genial debe tener ese componente emocional clave. Desde hace algún tiempo, esta comida que se caracteriza por su valor emocional ha cobrado mucha más fuerza. He notado que le dan un valor mayor: tanto entre los simples mortales que cocinamos apenas como un pasatiempo como entre aquellos bendecidos por la magia de la cocina. Y de una manera u otra, todos otorgamos un lugar especial a la comida en nuestra vida. Según la Wikipedia (la entrada no tiene traducción al castellano), comfort food es

“Comida que provee un valor nostálgico o sentimental para alguien y puede ser caracterizada por su naturaleza altamente calórica, su alto nivel en carbohidratos o una preparación sencilla”. ¿Recuerdan la comida de su infancia, la que al volver de un día pesado de su colegio, de la caída de la bicicleta, de la pelea con su amigo, hacía parecer todo más sencillo?

Es aquella comida que despierta sentimientos, incluso recuerdos. En mi casa, un día en el que se veían películas era un día de sánduche y chocolisto. Hoy sigo pensando que es una de esas comidas que traen felicidad. En días de fiesta, a veces preparábamos la salsa de tomate y albahaca de mi abuelo. En la casa de mi abuela siempre se hace pasta en la noche y hace poco descubrí que no es un gusto particular por esa comida, solo es “lo-más-fácil-no-quiero-pensar”. Aún así, es y siempre será mi comida favorita. Me trae el eco de risas infantiles, la alegría de los reencuentros, la luz del comedor de mis abuelos. Una cucharada de cous-cous lleva el recuerdo de vivir fuera de mi país. Y el ajiaco era el sabor para recordar mi bonita Colombia. Ahora que hablamos de carbohidratos, debo preguntar, ¿Qué está al nivel de un buen pandebono? Me gustaría leer sus respuestas.

de sánduche y chocolisto. Hoy sigo pensando que es una de esas comidas que traen felicidad. En días de fiesta, a veces preparábamos la salsa de tomate y albahaca de mi abuelo. En la casa de mi abuela siempre se hace pasta en la noche y hace poco descubrí que no es un gusto particular por esa comida, solo es “lo-más-fácil-no-quiero-pensar”. Aún así, es y siempre será mi comida favorita. Me trae el eco de risas infantiles, la alegría de los reencuentros, la luz del comedor de mis abuelos. Una cucharada de cous-cous lleva el recuerdo de vivir fuera de mi país. Y el ajiaco era el sabor para recordar mi bonita Colombia. Ahora que hablamos de carbohidratos, debo preguntar, ¿Qué está al nivel de un buen pandebono? Me gustaría leer sus respuestas.

Pero queridos lectores, probablemente se preguntan por qué sigo hablando de comida si mi terreno -se supone- son los libros. Déjenme, llevarlos a escuchar una pequeña historia. Durante los últimos meses, he leído varios libros. No leía tanto desde que tenía diez u once años. Sin embargo, la casi totalidad de estos libros han sido, por así decir, “recomendados” por el colegio. He descubierto muchos muy buenos, y sin embargo en este tiempo hay algo que pienso cada vez que empiezo un nuevo libro: “por favor, no más cosas deprimentes”. ¿Qué libros te gustan, querido lector? Yo siempre he tenido una tendencia hacia el drama (no tanto como género original y académico, sino como noción vulgar de “DRAMÁTICO”), los libros que se podrían calificar de filosóficos, los que se podrían tildar de fantásticos y los libros “románticos”. Y hablamos de gustos. Igual que la comida, son esas preferencias que van constituyendo nuestro paladar, una faceta sumamente interesante de nuestra personalidad. Quién sabe cuánto dicen de nosotros.

Pero, amigo, ya que llegaste hasta este punto de lectura creo que puedo decirte así, amigo: ¿no sientes algunos días que la cantidad de información de color gris es abrumadora? ¿Que el cielo, los carros, las pantallas, las palabras, te van a devorar? Llega un punto en donde ya no quiero saber de mails, no quiero saber de noticias tristes, ni de la famosa “introspección”, ni de “teletrabajo”, ni antibacteriales, ni de personajes absolutamente infelices de principio a fin en un libro. No lo quiero. En las tardes frías de Bogotá, quiero “comfort food”. Solo me puedo imaginar algo tibio, dulzón, como un chocolate caliente o waffles. ¿Te ha pasado? Y pensando en qué se me ocurría para sacarnos un poco de la melancolía en que nos vemos embarcados, llegué a una de esas comidas suaves llenas de recuerdos dulces: Como agua para chocolate. Muchos quizás conozcan este libro Podríamos decir que es símbolo en sí de esta clase de comida: una compañía en una tarde tranquila, un refugio de sabores. Comfort-libro. Y todo esto sin dejar de ser bello.