Gentileza de El Trauko
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Su madre nos contó una vez que ni ella ni en principio su marido habían hablado
nunca de esas cosas con Peter. Por lo tanto, ella ignoraba hasta qué punto su hijo estaba
informado.
Ayer, mientras Margot, Peter y yo pelábamos las papas, charlamos como de
costumbre, y, al hablar de Muffi, yo pregunté:
—Seguimos sin saber si Muffi es un gato o una gata, ¿verdad?
—No —repuso él—, es un macho.
Yo me eché a reír diciéndole:
—¡Un lindo macho que espera gatitos!
Peter y Margot rieron también. Peter había hecho notar, hace dos meses, que Muffi
tendría gatitos a breve plazo: su vientre aumentaba a ojos vistas. El grosor, sin embargo,
provenía de muchas rapiñas, y los gatitos no parecían crecer y mucho menos nacer.
Peter quiso defenderse, y dijo:
—Nada de eso. Si quieres, puedes venir a comprobarlo tú misma. Mientras jugaba
con él el otro día vi bien que es un macho.
Impelida por mi gran curiosidad, lo acompañé al depósito, pero Muffi no esperaba
visitas y tampoco aparecía. Aguardamos un momento; luego, como teníamos frío,
volvimos arriba. Después, por la tarde, oí que Peter bajaba de nuevo. Armándome de valor
para atravesar sola la casa silenciosa, llegué al depósito. Sobre la mesa de embalaje, Muffi
jugaba con Peter, que acababa de ponerlo sobre la balanza para controlar su peso.
—¡Hola! ¿Quieres verlo?
Sin más miramientos, tendió al animal boca arriba, sujetándole hábilmente por las
patas, y la lección comenzó:
—Aquí tienes los órganos sexuales masculinos. Ahí algunos pelos, y eso otro es su
trasero.
El gato dio un respingo y volvió a ponerse sobre sus zarpitas blancas.