Gentileza de El Trauko
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Lies, Lies, si pudiera sacarte de allí, si al menos pudiese compartir contigo todo lo
que yo disfruto. Es demasiado tarde, ya no puedo ayudarla, reparar mis errores. Pero nunca
más la olvidaré, y rezaré siempre por su suerte,
Tuya,
ANA
Lunes 6 de diciembre de 1943
Querida Kitty:
Al aproximarse la fiesta de San Nicolás, todos pensábamos inconscientemente en la
bonita cesta del año pasado; por eso me parecía tanto más penoso dejar pasar la fiesta este
año. Por largo tiempo me devané los sesos para dar con algo entretenido que pudiera
divertirnos.
Después de haber consultado a Pim, nos dedicamos inmediatamente a componer un
pequeño poema para cada miembro del anexo.
El domingo en la noche, a las ocho y cuarto, subimos a casa de los Van Daan,
cargados con la cesta de la ropa, decorada por nosotros con siluetas y lazos azules y rosas
recortados en papel de seda. La parte superior estaba cubierta con gran papel de envolver,
al cual se hallaba pegada una carta. Una sorpresa de tal envergadura causó visiblemente
gran impresión.
Yo desprendí la cartita y leí en alta voz:
Santa Clara está aquí otra vez,
aunque no exactamente como el año pasado;
ya no es posible celebrar ese día
con aquella fe y profunda alegría.
Entonces, sí, éramos optimistas
y creíamos firmemente en la victoria.
Pensábamos celebrar este año
una alegre fiesta en libertad.
Pero puesto que de aquel día guardamos recuerdo, y aunque los regalos brillen por
su ausencia, cada uno puede mirar y un su zapato encontrar...
Cuando papá hubo levantado el papel que tapaba la cesta, su contenido provocó
estallidos de risa interminables. Cada habitante del anexo pudo recobrar allí dentro el
zapato que le pertenecía, en cuyo interior habíamos escrito cuidadosamente el nombre y la
dirección del propietario.
Tuya,
ANA
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