Gentileza de El Trauko
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A las ocho y veinte, tres golpecitos en nuestro techo anuncian que Ana puede ir a
buscar su sopa de avena a la cocina. Bien, ya está preparado mi plato de potaje. Subo a
buscarlo. De regreso a mi cuarto, tengo que darme prisa, peinarme ligero, no hablar más,
reponer la cama en su lugar. Silencio, es la hora. La señora se pone sus zapatillas, el señor
también; todos los ruidos son ahogados.
Ahora comienza nuestra vida en familia. Yo me dedico a mis lecciones o aparento
hacerlo; Margot, otro tanto; papá se instala con su Dickens, naturalmente, y un diccionario
sobre el borde de la cama desfondada y gimiente, cuyos colchones no merecen ya ni ese
nombre; dos almohadas pueden también ser útiles, pero papá las rechaza enérgicamente:
—¡No las quiero!
Enfrascado en su lectura, no mira a nadie; se ríe de vez en cuando y, a veces, quiere
obligar a mamá a escuchar una anécdota. Respuesta:
—No tengo tiempo.
Se muestra decepcionado por espacio de un segundo, y luego sigue leyendo; un
instante después, impresionado por un párrafo divertido, hace una nueva tentativa:
—Lee esto, madre. No es largo.
Mamá está siempre instalada en el diván, leyendo, cosiendo, tejiendo, o estudiando,
según los días. Le sucede que se acuerda bruscamente de algo, y dice de prisa:
—Ana, acuérdate... Margot, ¿quieres anotar?...
Nuevo silencio, Margot cierra repentinamente su libro, papá arquea las cejas por un
momento, luego reaparece la arruga de su frente, y vuelve a sumirse en su lectura; mamá
empieza a parlotear con Margot; yo, por mi parte, escucho, porque soy curiosa. Pim se ve
envuelto en la discusión. ¡Son las nueve! ¡Desayuno!
Tuya,
ANA
Viernes 10 de septiembre de 1943
Querida Kitty:
Cada vez que me siento a escribir, algo especial ha ocurrido; pero se trata casi
siempre de una cosa desagradable. Hoy sucede algo maravilloso. El miércoles 8 de
septiembre, a la noche, la transmisión de las siete nos anunció: Here follows the best news
of the whole war. ¡Italy has capitulated! ¡Italia ha capitulado sin condiciones! A las ocho y
cuarto escuchamos el programa holandés transmitido desde Inglaterra: "Holandeses, hace
una hora, acababa yo de terminar mi crónica diaria, cuando recibimos la espléndida noticia
de la capitulación de Italia. Puedo aseguraros que nunca he roto mis notas con tanto
placer". Tocaron God Save the King, el himno inglés, el himno norteamericano y La
Internacional. Como siempre el programa holandés que se transmite desde Inglaterra ha
sido muy alentador, aunque no muestre demasiado optimismo.
Sin embargo, no todo es color de rosa entre nosotros. El señor Koophuis está
enfermo. Ya te he dicho cuánto lo queremos todos; nunca se siente bien, sufre mucho, debe
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