Gentileza de El Trauko
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Elli me mira rápidamente sabiendo que la señora no pierde ocasión de expresar sus
deseos a todo el que se presenta sea quien fuere. Sin duda, por eso todos se abstienen, en lo
posible, de ir hasta su alojamiento.
Un cuarto para las seis. Partida de Elli. Bajo dos pisos, paso por la cocina para
trasladarme a la oficina privada, y luego al depósito de carbón; abro la puertecita por la
cual Mouschi acecha a los ratones. Mi gira de inspección me lleva al escritorio de Kraler.
Van Daan abre cajones y ficheros para inspeccionar la correspondencia del día.
Peter se encarga de la llave del depósito y de Mouschi. Pim sube a nuestra casa la máquina
de escribir, Margot busca un sitio tranquilo para liquidar su trabajo de oficina, la señora
pone el agua sobre el gas y mamá se acerca con las patatas. Todo el mundo tiene asignada
una tarea.
Peter no tarda en volver del depósito y pregunta dónde está el pan. Generalmente,
ha sido colocado en el armario de la cocina. Hoy no. ¿Se habrán olvidado del pan? Peter se
ofrece a buscarlo en el escritorio del frente. Antes de entrar en él, se pone en cuatro patas
para no ser visto desde afuera, avanza hasta el armario de acero, donde, en efecto, ve el
pan, se apodera de él y da media vuelta; pero antes de que pueda salir, Mouschi ha saltado
por sobre su espalda, instalándose debajo del escritorio.
Peter juega al escondite con el gato, y por fin logra atraparlo por la cola. Mouschi
resopla, Peter suspira. Ya lo tiene... No. Mouschi huye y se instala junto a la ventana para
lamerse muy complacido, contento de haber escapado de su amo; como último recurso,
éste le tiende un trozo de pan, Mouschi no se deja seducir, y la puerta se cierra detrás de
Peter.
He seguido esta escenita desde la puerta entornada. El trabajo prosigue. Tic, tic,
tic... Llaman tres veces. Es hora de ir a la mesa.
Tuya,
ANA
Lunes 23 de agosto de 1943
Querida Kitty:
Continuaré con el tema del horario en el anexo.
Por la mañana, a las ocho y media en punto, mamá y Margot llaman la atención de
Pim.
—¡Chis!... ¡Papá, silencio!
—¡Pim, chis!... Son las ocho y media. Ven aquí, no dejes correr el agua, camina
despacio.
Y otras exclamaciones semejantes para papá, que está en el cuarto de baño. Debe
volver a su habitación a las ocho y media en punto. Todos los grifos son cerrados, la
descarga del W.C. está prohibida. Nada de ruido, es la consigna. Hasta que no llega el
personal de oficina; los hombres del depósito pueden oírnos en el silencio de los locales
vacíos.
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