Gentileza de El Trauko
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insoportable porque tenía la lengua azul en vez de roja; desde luego, esta singularidad
desapareció en un abrir y cerrar de ojos. Hoy sufre de tortícolis y se pasea con una bufanda
anudada al cuello; el "caballero" se queja también de lumbago. También suele
experimentar dolores en el corazón, los riñones y los pulmones. Es un verdadero
hipocondríaco (es ésa la palabra, ¿verdad?).
Entre mamá y la señora Van Daan hay bastantes desinteligencias; existen, desde
luego, razones para ello. Te daré un ejemplo: la señora Van Daan ha retirado del armario
donde se encuentra nuestra ropa en común todas sus sábanas, que eran tres. Ella juzga
natural que la ropa de mamá sirva para todo el mundo. Se va a sentir muy decepcionada
cuando compruebe que mamá ha seguido su ejemplo.
Además se siente muy molesta porque nos servimos de su juego de mesa y no del
nuestro para uso común. Trata por todos los medios de saber qué hemos hecho de nuestros
platos de porcelana, los cuales están mucho más cerca de lo que ella supone: en el desván,
alineados en cajas de cartón, detrás de cartapacios. Los platos son inhallables,
permanecerán allí tanto tiempo como nosotros. ¡Siempre tengo mala suerte! Ayer dejé caer
un plato sopero perteneciente a la señora; se hizo trizas.
—¡Oh! —exclamó ella, furiosa—. ¿Es que no puedes tener más cuidado? Es todo
lo que me queda.
A pesar de todo, el señor Van Daan me prodiga pequeñas amabilidades. Esta
mañana mamá ha vuelto a abrumarme con sus sermones; no puedo soportarlos. Nuestras
opiniones son demasiado opuestas. Papá me comprende, aunque a veces llegue a enfadarse
conmigo durante cinco minutos.
La semana pasada, nuestra vida monótona fue interrumpida por un pequeño
incidente: se trataba de Peter y de un libro sobre las mujeres. Margot y Peter tienen
permiso para leer casi todos los libros que el señor Koophuis saca de la biblioteca pública
para nosotros. Pero se juzgaba que un libro sobre un tema tan especial tenía que quedar en
manos de las personas mayores. Ello bastó para despertar la curiosidad de Peter: ¿qué
podía haber de prohibido en aquel libro? A hurtadillas, se lo sustrajo a su madre, mientras
ella charlaba con nosotros abajo, y escapó al desván con su botín. Todo anduvo bien
durante varios días. La señora Van Daan había observado los manejos de su hijo, pero no
se lo dijo a su marido; hasta que éste lo olfateó por sí solo. ¡Cómo se encolerizó! Al
recuperar el libro, creyó la cuestión terminada. Mas no contaba con la curiosidad de Peter
que no se dejó intimidar en absoluto por la firmeza del padre.
Peter trató por todos los medios de leer hasta el fin aquel volumen. Entretanto, la
señora Van Daan había venido a pedirle su opinión a mamá. Mamá juzgaba que, en efecto,
aquel libro no era adecuado para Margot, aun cuando aprobaba que leyera la mayoría de
los otros.
—Hay una gran diferencia, señora Van Daan —dijo mamá—, entre Margot y Peter.
Ante todo, Margot es una muchacha, y las muchachas están siempre más adelantadas que
los muchachos. Además, Margot ya ha leído muchos libros serios y no abusa de lecturas
prohibidas, y, por último, Margot es más madura e inteligente, lo que se demuestra por el
hecho de que ya casi termina la escuela.
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