Gentileza de El Trauko
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embustes alemanes, sirviéndose de los mismos medios. Desde entonces, se conecta la radio
tan pronto como despertamos, luego a cada hora propicia, de la mañana a la noche, hasta
las nueve, y a menudo hasta las diez o las once.
Lo que prueba que los mayores son muy pacientes, y también, que la capacidad de
absorción de sus mentes es bastante limitada, salvo algunas excepciones, y no quiero
ofender a nadie. Estaríamos suficientemente informados durante el día con una sola
transmisión, con dos como máximo. Pero esos viejos obstinados... ¡bueno, tú ya sabes lo
que pienso de ellos!
El programa de los trabajadores, la emisión holandesa de ultramar, Frank Phillips o
Su Majestad la Reina Guillermina, a cada uno le llega su turno, no se olvidan de nadie. Y
cuando no están a la mesa o acostados, se amontonan alrededor de la radio para hablar de
comestibles, insomnios y política.
¡Oh, es interminable! Se trata de no volverse como ellos. ¡Ojo con la vejez! No
obstante, los viejos de aquí no tienen gran cosa que temer.
Te doy como ejemplo una escena durante el discurso de Winston Churchill, querido
por todos nosotros.
Domingo por la noche, a las nueve. La tetera está sobre la mesa, y los invitados
hacen su entrada. Dussel se instala a la izquierda de la radio, el señor Van Daan delante y
Peter al otro lado del receptor. Mamá al lado del señor, y la señora detrás. En la mesa, Pim,
flanqueado por Margot y por mí misma. Los caballeros contienen la respiración. A Peter se
le cierran los ojos por el esfuerzo por comprenderlo todo. Mamá está vestida con un largo
batón negro; haciendo caso omiso del discurso, rugen los aviones en ruta hacia el Ruhr7 y
hacen estremecer a la señora; Margot y yo estamos tiernamente unidas por Mouschi,
dormido sobre una rodilla de cada una de nosotras; y papá sobre su té. Margot tiene
puestos los rizadores; yo estoy en camisón, demasiado corto y demasiado estrecho para mí.
Al vernos, se diría. "¡Qué familia tan unida, qué intimidad, qué paz!". Por una vez
es verdad. Pero noto con terror que llega el final del discurso. Los mayores apenas si
pueden esperarlo, tiemblan de impaciencia, en su anhelo de discutir tal o cual pormenor.
Grr, grr, grr... Una corriente de provocaciones, aún imperceptible; a la que seguirá la
discusión, y la discordia.
Tuya,
ANA
Martes 28 de marzo de 1944
Mi muy querida Kitty:
Podría escribir de política páginas y páginas, pero tengo muchas otras cosas que
contarte. Hoy, mamá me ha hecho notar que mis visitas a los pisos superiores eran
demasiado frecuentes; según ella, yo estaría poniendo celosa a la señora Van Daan. Otra
cosa Peter ha invitado a Margot a unirse a nosotros. ¿Por cortesía? ¿O le interesa de veras?
Lo ignoro. He ido, pues a preguntarle a papá si le parecía que debía preocuparme por los
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Corazón industrial de Alemania. (N. del T.)
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