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E L D IARIO DE A NA F RANK este edificio, sin avisar antes a Kraler y Koophuis. La otra mañana vino de visita el nuevo propietario, acompañado de un arquitecto, para examinar la construcción. Afortunadamente, el señor Koophuis se encontraba presente; les enseñó toda la casa, salvo nuestro anexo, diciéndoles que la llave de esa puerta la tenía en su domicilio. El nuevo propietario no insistió. ¡Con tal de que no vuelvan para echar una ojeada al anexo! ¡Eso sería amargo para nosotros! Papá nos regaló un nuevo fichero, que nos servirá a Margot y a mí para los libros que ya hemos leído; cada una anotará el título de los libros, el autor, etc. Tengo un cuaderno especial para las palabras extranjeras. Desde hace algunos días, las cosas marchan mejor con mamá, pero nunca seremos la una confidente de la otra. Margot está cada vez más pronta a sacar las uñas, y hay algo que fastidia a papá, aunque él, es siempre muy bueno. Nuevo racionamiento de mantequilla y margarina en la mesa. En cada plato se coloca una pequeña porción. Considero que los Van Daan no realizan un reparto equitativo, pero mis padres temen demasiado las disputas para permitirse una observación. Por mi parte, creo que a esa gente siempre se le debería pagar con la misma moneda. Tuya, ANA Miércoles 10 de marzo de 1943 Querida Kitty: Anoche tuvimos un cortocircuito, precisamente durante un bombardeo y el ruido ensordecedor de los cañones antiaéreos. No puedo librarme del miedo a los aviones y a las bombas, y me paso casi todas las noches al lecho de papá, buscando allí protección. Es una niñería, lo admito, pero si tú tuvieras que pasar por eso... Los cañones hacen un estruendo ensordecedor. La señora fatalista estaba a punto de soltar las lágrimas cuando dijo, con una vocecita quejumbrosa: - ¡Oh, qué desagradable! ¡Oh, que estruendo! Lo que quería decir: «Me muero de miedo». A la luz de las velas era menos terrible que en la oscuridad. Yo me estremecía como si tuviera fiebre y suplicaba a papá que encendiera nuevamente la velita. Pero él se mantuvo inflexible: había que permanecer en la oscuridad. De repente empezaron a tirar con las ametralladoras, lo que es cien veces más aterrador que los cañones. Mamá saltó de la cama y encendió la vela, a pesar de que papá refunfuñaba. Mamá contestó con firmeza: -¿Es que tomas a Ana por un viejo soldado como tú? Asunto concluido. ¿Te he hablado ya de los otros miedos de la señora Van Daan? Creo que no. Si no lo hiciera, no estarías completamente al tanto de las aventuras del anexo. Una noche, la señora creyó oír ladrones en el desván: percibía sus pasos, no cabía duda, y estaba tan asustada que despertó a su marido. Pero en ese momento los ladrones habían desaparecido: el señor Van Daan no oyó más que los latidos del corazón de su esposa. - ¡Oh Putti! (apodo del señor). Seguramente se han llevado los salchichones y todas nuestras bolsas de frejoles. ¿Y Peter? ¿Estará todavía Peter en su cama? -No te alarmes, que no se han llevado a Peter. No tengas miedo y déjame dormir. Pero no hubo más remedio. La señora sentía tal pavor, que ya no podía volver a conciliar el sueño. Algunas noches después, © Pehuén Editores, 2001. )40(