EL DIARIO DE ANA FRANK el-diario-de-Ana-Frank | Page 125

E L D IARIO DE A NA F RANK qué los hombres han enloquecido así? Jamás creeré que únicamente los poderosos, los gobernantes y los capitalistas son responsables de la guerra. No. El hombre de la calle también es responsable. Si no, los pueblos hace rato que se hubieran rebelado. Los hombres han nacido con el instinto de destruir, matar, asesinar y devorar: hasta que toda la humanidad, sin excepción, no sufra un enorme cambio, la guerra imperará; las construcciones, las tierras cultivadas serán nuevamente destruidas, y la humanidad no tendrá más que volver a empezar. A menudo me he sentido abatida, pero nunca me dejé llevar por la desesperación; considero nuestra estada aquí como una aventura peligrosa, que se torna romántica e interesante por el riesgo. Cada una de nuestras privaciones ha sido tratada humorísticamente en mi diario. Me he propuesto, de una vez por todas, llevar una vida diferente de las simples dueñas de casa. Mis comienzos no están exentos de interés, son buenos, y únicamente por eso puedo reírme de una situación cómica en los momentos de más grandes peligros. Soy joven, muchas de mis cualidades duermen todavía, soy joven y lo suficientemente fuerte como para vivir esta gran aventura que forma parte de mí y me niego a quejarme todo el santo día. He sido favorecida por una naturaleza dichosa, mi alegría y mi fuerza. Cada día me veo crecer interiormente, siento que se aproxima la libertad, que la naturaleza es bella, percibo la bondad de cuantos me rodean, ¡y experimento hasta qué punto esta aventura es interesante! ¿Por qué habría de desesperarme? Tuya, ANA Viernes 5 de mayo de 1944 Querida Kitty: Papi no está contento de mí, él esperaba que yo, espontáneamente, dejara de subir todas las noches sin excepción al cuarto de Peter. Empieza a juzgar mal nuestras caricias. ¿No fue bastante difícil hablar de eso? ¿Por qué, entonces, empeora las cosas? Pienso discutirlo hoy con él. Margot me ha aconsejado muy bien. He aquí, poco más o menos, lo que me propongo decirle: «Creo, papá, que tú aguardas de mí una explicación, y aquí la tienes: estás decepcionado porque hubieras querido que yo guardase distancias; quieres, sin duda, que a mi edad yo sea una muchacha correcta, tal como tú la has forjado; pero te engañas. Desde que estamos aquí, es decir, desde julio de 1942, y hasta muy recientemente, mi vida no tuvo nada de fácil. Si supieras cuántas lágrimas derramé de noche, qué desgraciada me sentía, completamente sola, comprenderás mejor por qué quiero reunirme con Peter. Eso no se produjo de la noche a la mañana. Llegué a vivir sin el apoyo de mamá o de quienquiera que fuese, a costa de luchas, de muchas luchas y lágrimas; me costó caro llegar a ser tan independiente. Puedes reírte y no creerme, pero eso no me importa. Tengo conciencia de haber crecido sola, y no me siento en lo más íntimo responsable hacia ustedes. Si te digo todo esto es porque no quiero que pienses que me hago la misteriosa; en cuanto a mis actos, me siento responsable conmigo misma. Cuando me debatía completamente sola, todos ustedes, y tú también, cerraron los ojos y se taparon los oídos: nadie me ayudó; al contrario, sólo recibí regaños porque era demasiado revoltosa. Al llamar así la atención, pensaba acallar mi pena, me obsesionaba silenciar esa voz interior. Durante más de un año y medio interpreté la comedia, día tras día, sin quejarme, sin apartarme de mi papel, sin desfallecer. Ahora la lucha ha terminado. He ganado, © Pehuén Editores, 2001. )125(