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E L D IARIO DE A NA F RANK
qué los hombres han enloquecido así? Jamás creeré que
únicamente los poderosos, los gobernantes y los capitalistas son
responsables de la guerra. No. El hombre de la calle también es
responsable. Si no, los pueblos hace rato que se hubieran rebelado.
Los hombres han nacido con el instinto de destruir, matar, asesinar
y devorar: hasta que toda la humanidad, sin excepción, no sufra
un enorme cambio, la guerra imperará; las construcciones, las
tierras cultivadas serán nuevamente destruidas, y la humanidad
no tendrá más que volver a empezar.
A menudo me he sentido abatida, pero nunca me dejé llevar
por la desesperación; considero nuestra estada aquí como una
aventura peligrosa, que se torna romántica e interesante por el
riesgo. Cada una de nuestras privaciones ha sido tratada
humorísticamente en mi diario. Me he propuesto, de una vez por
todas, llevar una vida diferente de las simples dueñas de casa. Mis
comienzos no están exentos de interés, son buenos, y únicamente
por eso puedo reírme de una situación cómica en los momentos
de más grandes peligros.
Soy joven, muchas de mis cualidades duermen todavía, soy
joven y lo suficientemente fuerte como para vivir esta gran
aventura que forma parte de mí y me niego a quejarme todo el
santo día. He sido favorecida por una naturaleza dichosa, mi alegría
y mi fuerza. Cada día me veo crecer interiormente, siento que se
aproxima la libertad, que la naturaleza es bella, percibo la bondad
de cuantos me rodean, ¡y experimento hasta qué punto esta
aventura es interesante! ¿Por qué habría de desesperarme?
Tuya,
ANA
Viernes 5 de mayo de 1944
Querida Kitty:
Papi no está contento de mí, él esperaba que yo,
espontáneamente, dejara de subir todas las noches sin excepción
al cuarto de Peter. Empieza a juzgar mal nuestras caricias. ¿No
fue bastante difícil hablar de eso? ¿Por qué, entonces, empeora
las cosas? Pienso discutirlo hoy con él. Margot me ha aconsejado
muy bien. He aquí, poco más o menos, lo que me propongo
decirle:
«Creo, papá, que tú aguardas de mí una explicación, y aquí la
tienes: estás decepcionado porque hubieras querido que yo
guardase distancias; quieres, sin duda, que a mi edad yo sea una
muchacha correcta, tal como tú la has forjado; pero te engañas.
Desde que estamos aquí, es decir, desde julio de 1942, y hasta
muy recientemente, mi vida no tuvo nada de fácil. Si supieras
cuántas lágrimas derramé de noche, qué desgraciada me sentía,
completamente sola, comprenderás mejor por qué quiero
reunirme con Peter.
Eso no se produjo de la noche a la mañana. Llegué a vivir sin
el apoyo de mamá o de quienquiera que fuese, a costa de luchas,
de muchas luchas y lágrimas; me costó caro llegar a ser tan
independiente. Puedes reírte y no creerme, pero eso no me
importa. Tengo conciencia de haber crecido sola, y no me siento
en lo más íntimo responsable hacia ustedes. Si te digo todo esto
es porque no quiero que pienses que me hago la misteriosa; en
cuanto a mis actos, me siento responsable conmigo misma.
Cuando me debatía completamente sola, todos ustedes, y tú
también, cerraron los ojos y se taparon los oídos: nadie me ayudó;
al contrario, sólo recibí regaños porque era demasiado revoltosa.
Al llamar así la atención, pensaba acallar mi pena, me obsesionaba
silenciar esa voz interior. Durante más de un año y medio
interpreté la comedia, día tras día, sin quejarme, sin apartarme de
mi papel, sin desfallecer. Ahora la lucha ha terminado. He ganado,
© Pehuén Editores, 2001.
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