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E L D IARIO DE A NA F RANK (Enrojeció ligeramente). -Yo creo en ti, Peter -proseguí-, estoy segura de que tienes carácter y de que te abrirás paso en la vida. Hablamos de toda clase de cosas; más tarde, dije además: -Sé que, cuando salgamos de aquí, tú ya no pensarás en mí. El se exaltó. -No es verdad, Ana. ¡Oh, no! ¡Tú no tienes ningún derecho a pensar eso de mí! Me llamaron. Papá le ha hablado. Peter me dijo hace un momento: -Tu padre juzga que esta camaradería puede muy bien terminar en amor, pero yo le he contestado que los dos cuidaríamos de eso. Papá ha vuelto a decirme que me aparte un poco, y que espacie mis visitas al cuarto de Peter por la noche; pero no pienso hacerlo. He dicho que, no solamente me gusta la compañía de Peter, sino que, tengo confianza en él; para probárselo, quiero reunirme con él; si no, mi ausencia sería una prueba de desconfianza. Naturalmente lo hago. Entretanto, el drama Dussel también amainó. El sábado en la tarde, durante la comida, presentó sus disculpas en excelente holandés. Van Daan se comportó como un caballero. A Dussel le debe de haber llevado un día entero aprender de memoria la lección. El domingo, día de su cumpleaños, transcurrió pacíficamente. Recibió una botella de un buen vino (cosecha 1919), por parte de los Van Daan (que después de todo pudieron obsequiarlo), un frasco de legumbres en escabeche, y una caja de hojitas de afeitar. Kraler le regaló un pote de mermelada de limón, Miep un libro y Elli una planta. El nos convidó a cada uno con un huevo. Tuya, ANA Miércoles 3 de mayo de 1944 Querida Kitty: Primero, las noticias de la semana. La política está de vacaciones: nada, absolutamente nada que señalar. Empiezo a convencerme de que habrá una invasión después de todo, imposible dejar que los rusos se las arreglen solos; por lo demás, ellos tampoco se mueven ya en este momento. El señor Koophuis vuelve a concurrir a la oficina todas las mañanas. Ha conseguido un nuevo somier para el diván de Peter, así que éste tendrá que hacer un trabajo de tapicería, lo cual - lógicamente- no le entusiasma demasiado. ¿Te he dicho que nuestro Muffi ha desaparecido? Se esfumó sin dejar rastros, el jueves último. Supongo que ya está en el cielo de los gatos, mientras un aficionado a la carne ha hecho de él un plato delicioso. Quizás alguna muchacha se adornará con su piel. Peter se ha sentido muy afectado. Desde el sábado almorzamos a las once y media; por economía, el desayuno sólo consta de una taza de avena; cuesta aún encontrar legumbres: para el almuerzo tuvimos ensalada cocida podrida. Ensalada cruda o cocida, espinacas... ése es nuestro menú; no hay otra cosa, salvo las patatas podridas: ¡algo delicioso! No es menester mucha imaginación para comprender esta eterna letanía de la desesperación: «¿De qué sirve esta guerra? ¿Por qué los hombres no pueden vivir en paz? ¿Por qué esta devastación?». Pregunta comprensible, pero nadie ha encontrado la respuesta final. En realidad, ¿por qué se construyen en Inglaterra, aviones cada vez mayores, con bombas cada vez más pesadas y, al mismo tiempo, casas prefabricadas para la reconstrucción? ¿Por qué se gastan cada día millones en la guerra y no hay un céntimo disponible para la medicina, los artistas y los pobres? ¿Por qué hay hombres que sufren hambre, mientras que en otras partes del mundo los alimentos sobran y se pudren? ¿Por © Pehuén Editores, 2001. )124(