EL DIARIO DE ANA FRANK el-diario-de-Ana-Frank | Page 103

E L D IARIO DE A NA F RANK también para Peter, si no me equivoco. Nos dijimos tantas cosas, que nunca podría repetirlas completamente. Pero fue maravilloso. La más hermosa velada que haya pasado en el anexo. Te diré en forma serena los diferentes temas de nuestra conversación. Ante todo, las disputas; le dije que eso no me afectaba ya tanto como el abismo que se había abierto entre nosotros y nuestros padres. Peter escuchó mis historias de familia. En determinado momento, inquirió: -Ustedes se besan todas las noches antes de acostarse, ¿verdad? Un beso en cada mejilla, ¿eh? -¿Uno solo? No, muchos, muchos. Apuesto a que no es tu caso. -No, yo casi nunca he besado a nadie. -¿Ni siquiera a tus padres para tu cumpleaños? -Sí, es verdad. Reconocimos que ninguno de nosotros confiaba en nuestros padres: los de él habían tratado de ganarse su confianza pero él no quiso concedérsela. Huía a la buhardilla para renegar completamente solo. En cuanto a mí, le dije cómo de noche, en la cama, daba rienda suelta a mis lágrimas. Le hablé también de mi amistad con Margot, muy reciente después de todo, y sin poder decírnoslo todo, porque estábamos siempre juntas. Hablamos un poco de todo. ¡Oh, ya lo sabía yo! ¡Lo encontré exactamente como me lo imaginaba! Luego, hablamos de 1942, ¡qué distintos éramos en aquella época! No nos reconocemos como las personas de entonces. Al principio, ninguno de los dos podía soportar al otro. El me encontraba fastidiosa; y en cuanto a mí, yo no había tardado en juzgarlo una nulidad, no comprendía por qué no flirteaba conmigo. Ahora me regocijo de ello. Cuando él me habló de su aislamiento voluntario, le dije que no veía gran diferencia entre mi bullicio y su calma; que a mí también me gustaba la tranquilidad, pero que únicamente lograba estar a solas con mi diario. El dijo que se alegraba de que mis padres tuvieran con ellos a sus hijas; por mi parte, también yo me alegraba de que él estuviese aquí. Nos dijimos todo eso y además cómo yo lo comprendía por querer mantenerse apartado y no ignoraba el tipo de relaciones que existían entre él y sus padres. -Me agradaría tanto ayudarte. -¡Pero si tú me ayudas constantemente! -dijo él. -¿De qué manera? -inquirí muy sorprendida. -¡Con tu alegría! Es lo más hermoso que él me haya dicho. Debe de haber empezado a quererme como amiga, y esto me basta por el momento. Por más que busque las palabras no las encuentro; a tal punto soy dichosa. Perdóname, querida Kitty. Mi estilo se ha venido muy abajo. Sólo te he referido algunas impresiones vitales. Tengo la sensación de compartir un secreto con Peter. Cada vez que él me mira con esos ojos, con esa sonrisa y ese guiño, me parece que se enciende en mí una llamita. ¡Con tal que eso siga así! ¡Con tal de que podamos seguir pasando horas juntos, horas y horas de felicidad! Tu feliz y agradecida, ANA Lunes 20 de marzo de 1944 Querida Kitty: Esta mañana Peter me ha preguntado por qué no iba más a menudo por la noche, diciéndome que yo no lo molestaba en absoluto y que su cuarto era bastante grande para los dos. Yo le hice notar que nunca me permitirían ausentarme todas las noches, pero a él le pareció que no había que dar a ello demasiada © Pehuén Editores, 2001. )103(