El desastre de Chernobyl suplemento Chernobyl | Page 6

6 | P ági na como el Cristo que hay a la entrada con una señal triangular de radiación a su izquierda. OTRAS VIDAS Es extraño describir Pripiat y no saber si hacerlo en presente o en pasado. La vida humana se ha ido por el sumidero, pero la naturaleza ha seguido adelante. Los jabalíes, lobos y zorros son los nuevos excursionistas. Los pájaros carpinteros se han hecho cargo de las oficinas y los alces se creen que son los dueños de la carretera: dos veces casi chocamos contra ellos con el coche. No hay más policía que el águila de cola blanca, que vigila desde las alturas. Pero sin basura la presencia de insectos y roedores es más modesta que antaño. El llamado 'bosque rojo' fue quemado y enterrado para conjurar los restos radiactivos, pero ha vuelto a crecer y si un día ardiese diseminaría su veneno allá donde quisiese el viento: al atravesarlo en el camino de vuelta el medidor de radiación vuelve a dispararse. Salir de Pripiat es como escupir tras haberte enjuagado con veneno. Un día el ruido humano volverá a la ciudad: hoy la radiación duplica lo recomendado, pero en 24.000 años estará en niveles completamente seguros. La naturaleza, sin prisa, nos está esperando allí moldeando a su capricho una ciudad donde lo más parecido a la civilización son las jaurías de lobos para quienes la hoz y el martillo que todavía adorna las esquinas no significa absolutamente nada. El día que la gente vuelva a caminar por esas calles estará muy alto el listón de la utopía soviética de Pripiat, que no tuvo tiempo de triunfar ni de fracasar, pero que está aún caliente en el recuerdo de Liudmila, con las gafas húmedas por la emoción: "Eso era vida. Ese trocito de vida es inolvidable". Sin embargo hoy Pripiat parece haberse olvidado de todo el mundo.