El Corán y el Termotanque | Tercer número | Page 6

ignorante de la madre que en paz descanse; sobre la Flaca, los abortos, el universo y los miedos de las dos; y sobre el padre Samuel, que por suerte también se había muerto para alivio de los niños y adultos de la comunidad. El mundo, que había sido un lugar sombrío, se volvía más ameno. A Ignacio la mayoría de las veces le hacían gracia las historias de la Gordi y cuando no, tenía la precisión de un traductor para elegir las palabras antes de decirlas. No era solamente una pija, era completito Ignacio. Tenía el cuerpo blando y la piel casi transparente, los ojos celestes con unas ojeras de diez siglos y el pelo lacio, siempre revuelto. La Gordi le veía la cara de recién levantado y le crecía un pene imaginario y se le mojaba la bombacha al instante. Era perfecto Ignacio y quería, como todos, coger con la Gordi por el culo, pero todavía no se lo había pedido. Ella lo presentía y pensó en adelantarse, porque quería probar coger por el culo, pero también quería cumplir una fantasía, que la había hecho sentir monstruosa durante mucho tiempo y que ahora se le representaba viable en nombre del amor. Lo que más anhelaba era romperle ella el culo a él. Se lo propuso,