El Corán y el Termotanque | Tercer número | Page 38

MATÉ UNA BABOSA Por Lucía González Venía de una fiesta de luces y a las seis de la mañana ya no queda ninguna la del celular no hablaba, hacía fuerza para jugar con las de la calle pero no tenía el mismo efecto, se acercaba y alejaba y cegaba Aún había música en mi cabeza, el cerebro me daba vueltas, me gritaba, por acá sí, para acá no. Borrachos musicalizados los autos sacaban la lengua al asfalto de la esquina, Las palomas me aplaudían, venían de bailar y podía presentir, se reían de mí. Yo tropezándome, yo intentando pasar los dedos entre el pelo y quedaba atrapada. Estaba en mí misma, con los movimientos microscópicos de un destino inexistente. El roce del viento que paseaba dentro de la pollera me salvaba, prometedor. Me seguían los muchachos del camión de la basura, juré irme con ellos alguna vez, pero no... No sé jugar, las muñecas solían rozarse con los osos y yo las miraba desde la cama, estáticas, no se les movían los ojos pero se contemplaban, eso era el amor, el roce imposible del plástico con el peluche. Esta vez sí me saqué la pintura, quería estar con insomnio tal cual era, ponerme la remera creyendo que es tu preferida que la querrías sacar, y que somos flúo. Y me acordé, maté una babosa ayer, lo disfruté, quedaron las pruebas de mi hazaña en tu casa, te robé una foto, escribí un libro para completar la escena y me fui hasta hoy, que vuelvo presa del karma, de los mandamientos, de nuevos mitos y no sé si me estoy siguiendo o te estoy corriendo como un puro riesgo. Abro las puertas con el miedo que dan, siempre hay algo detrás de ellas. Me acuesto sin cuerpo, con tu remera, prefiero no tener escalofríos ni sueños, pienso en invitarte alguna vez. Me traje unos papelitos de la fiesta, todo es promesa y contradicción, es la vuelta a casa de una asesina. 38