El Corán y el Termotanque | Tercer número | Page 11
pueblo, con estampas de diferentes santos (Alberto de Vercelli, Pedro Arbués, entre otros), permanece arrodillado en
las plazas públicas, orando y clamando al Santo Padre, por los
ultrajes que ocasionan hombres como tú. Pues la metrópoli,
como tú mismo ves, se encuentra sacudida por travestis, transexuales, transformistas, homosexuales y sexópatas. ¡Ay, de mí!
Una energía libidinal de hombres a hombres (incluso de mujeres a mujeres, padres e hijos) consume a los creyentes y a la
dignidad católica. (Sujetándole las rodillas) ¡Soberano Edipo!,
querido por nadie, a ti acudo como suplicante para que detengas la ignominia que socava a los fieles, y por consiguiente –¡y
lo más considerable!– los diezmos que, misa tras misa, ofrecen
a la santísima Iglesia. (Con tono socarrón) ¡Ea! ¡Ten cuidado!,
pues ahora –como singular gay que eres– esta tierra te nombra
indebidamente su salvador.
que Creonte se acerca.
Edipo. ¡Ojalá viniera con destino redentor!
Clérigo. Conjeturemos que viene contento. De lo contrario,
no llegaría con el pene erecto.
Edipo. Pronto lo sabremos. (A Creonte) ¡Maricón, cuñado
mío, hijo de Meneco!, ¿qué noticias nos traes?
Creonte. No buenas.
Edipo. ¡¿Cómo dices?! Mira, Creonte, que no me hallo
animoso.
Creonte. Si deseas oírme en presencia de este chongo, dispuesto me encuentro a hablar.
Edipo. ¡Hijo merecedor de lástima! Me es conocido, y no lo
ignoro, el anhelo que os hace venir hasta mí. Bien sé que todos
sufrís, pero a pesar de tus suplicios, me da igual. De tal manera que no prestaré oído y servicios a tus fraudulentas súplicas. Envié a Creonte, mi cuñado y tío, como Dios lo trajo al
mundo –es decir, desnudo–, para que ahuyente de las plazas
a tus gentuzas.
Edipo. (Encrespado): ¡Habla de una vez, maldito hijo de
Meneceo! Me desuelo más por mí que por él, y por toda la
metrópoli de Moránlí.
Creonte. ¿Puedo referir, entonces, mi ventura? ¡Iuju! Anduve desnudo, como loca en la plaza, de aquí para allá, tal
como tú, conspicuo Edipo, me lo solicitaste. Un sinnúmero
Clérigo. Oportunamente hablaste. Me acaban de indicar
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