El Corán y el Termotanque | Tercer número | Page 24

había que espiar siempre desde la mirilla, besar despacio sin ruido, sin salivas implorar hasta anestesiarnos confundirnos en una jauría en rabia arrancar un pedazo y partir ser toda fuerza, toda una fálica entereza un oso coronado riéndose de sus proezas nos cogíamos como fantasmas, porque todo lo demás nos había fallado ninguna adrenalina nos alcanzaba: tomábamos y al rato volvíamos a saber todo no podíamos olvidarlo, y coger era como olvidar graciosamente despojarnos de lo que hasta entonces éramos [¿jóvenes? olvidar, incluso, que cogíamos porque no podíamos olvidar ¿la toxicidad estaba en nuestras fugas? ¿sonaban a metal nuestras vidas? nada que las alteraciones y las vibraciones no corrigieran nos dijeron que llegarían armas para salvarnos ¿una tropa de pistoleros recorriendo las calles? ¿todos? ¿para inventar el pecado y curarlo? nosotros, mientras tanto, encerrándonos con nuestras menudencias, en el ciego de los reflectores palpándonos hasta encontrar la respuesta de otra piel erizada y una bocanada que indicara lo incontenible: una piba que no tenía veinte, de ojos agudos, ágil y sigilosa tenía la piel lechosa y los pómulos salientes que le daban intriga a sus facciones la chupaba con devoción y autonomía, una y otra vez sin descanso ni preámbulos como si aquello fuera lo único por hacer en el mundo chuparla para dar placer, ser maestra en sus artes encender con dedicación y lujuria el artilugio que deberá devolver algo de ese deseo aplastante se reía con ternura cuando le hacía un chiste y miraba con desinterés desde allá abajo, concentrada con la verga en una mano y con la otra dirigiendo las caricias, los masajes y las pausas se reía como una experta y mostraba la lengua era imposible no arrebatarse y saltar a buscarla hacerse el joven, por un momento otra vez estábamos olvidándonos para ser jóvenes para andar entre chuzas esquivar aguijones, lamer las piedras preciosas saltar precipicios, desenterrar vacíos y coger, una vez más, ahora por la mañana, con menos revuelo que en la noche sin advertir aún la resaca siempre supimos que no saldríamos de ningún manicomio [¿todavía éramos jóvenes, no? remontábamos las calles como en una ronda de reconocimiento y nos sumergíamos en piezas sombrías para olvidar todo lo aprendido una vez más, las sombras consuelan lo visible somos nosotros, decía, jóvenes o no demasiado, por el momento. 24