El Corán y el Termotanque | Quinto número Año 2, número 5 | Page 23

UNA IMPOSIBLE VUELTA ACASA Por Jeremías Walter Ilustra Ramiro Pasch S e despertó un momento antes de que el reloj despertador chillara con ese ruido tan apacible que los fabricantes habían decidido ponerle. Cada mañana era igual, el sueño acababa segundos antes de la hora marcada. Tenía el cuerpo perfectamente adies- trado. Todas las mañanas se preguntaba lo mismo: ¿para qué poner el despertador? La noche había sido especial- mente mala. No se caracterizaba por tener un buen sueño, el descanso nunca era del todo reparador, pero esa noche se despertó cada media hora. Siempre con la sensación de que era la hora de levantarse. Siempre con ese sentimiento inefa- ble, esa especie de culpa de estar durmiendo. Culpa por el tiempo mal gastado en el improductivo sueño. Pero el reloj siempre marcaba que aún faltaba mucho para la hora fijada, aunque ese mucho era, cada vez, media hora más corto. Cada una de esas acometidas le costaba varios minutos de lucha para volver a dormirse para volver a levantarse. Como una de esas crueles pasadas del destino, que ya de tan repetidas dejan de ser crueles, justo antes de ver la sép- tima hora del día en su reloj, la del chirrido agudo y monó- tono, justo en ese momento había encontrado el sueño más profundo. Y ahí se despertaba, esperando que el reloj dijera que aún faltaba. Pero no. Ya era la hora. Justo cuando había llegado al inconsciente más puro, el punto máximo del pla- cer en el que no se es nada, y, por lo tanto, no hay preocupa- ción por saber cuándo hay que despertarse. Como cada día, apretó el botoncito ese que te da nueve minutos más de descanso. O de tortura. Porque se trata de esos nueve minutos en que se hace cualquier cosa menos dormir. Ni ocho, ni diez: nueve minutos en los que los ojos están cerrados pero el cerebro está en un estado de suspen- sión nerviosa, preocupándose por el día que ha de llegar con todos sus acontecimientos. Esos minutos que no se pueden contabilizar dentro de las ocho horas de descanso necesarias según los especialistas en esas cosas, que están para amargarle la vida a la gente. Pero tampoco podían encajarse dentro de los valiosos minutos ganados al día –en que nos preparamos para el día–. Sonó el segundo alarido 21