EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA El coronel no tiene quien le es - Gabriel Garcia M | Page 24

Casi sesenta años después todavía el coronel esperaba. Excitado por los recuerdos asumió una actitud trascendental. Apoy ó en el hueso del muslo la mano derecha —puros huesos cosidos con fibras nerviosas— y murmuró: —Pues y o he decidido tomar una determinación. El abogado quedó en suspenso. —¿Es decir? —Cambio de abogado. Una pata seguida por varios patitos amarillos entró al despacho. El abogado se incorporó para hacerla salir. « Como usted diga, coronel» , dijo, espantando los animales. « Será como usted diga. Si y o pudiera hacer milagros no estaría viviendo en este corral» . Puso una verja de madera en la puerta del patio y regresó a la silla. —Mi hijo trabajó toda su vida —dijo el coronel—. Mi casa está hipotecada. La ley de jubilaciones ha sido una pensión vitalicia para los abogados. —Para mí no —protestó el abogado—. Hasta el último centavo se ha gastado en diligencias. El coronel sufrió con la idea de haber sido injusto. —Eso es lo que quise decir —corrigió. Se secó la frente con la manga de la camisa—. Con este calor se oxidan las tuercas de la cabeza. Un momento después el abogado revolvió el despacho en busca del poder. El sol avanzó hacia el centro de la escueta habitación construida con tablas sin cepillar. Después de buscar inútilmente por todas partes, el abogado se puso a gatas, bufando, y cogió un rollo de papeles bajo la pianola. —Aquí está. Entregó al coronel una hoja de papel sellado. « Tengo que escribirles a mis agentes para que anulen las copias» , concluy ó. El coronel sacudió el polvo y se guardó la hoja en el bolsillo de la camisa. —Rómpala usted mismo —dijo el abogado. « No» , respondió el coronel. « Son veinte años de recuerdos» . Y esperó a que el abogado siguiera buscando. Pero no lo hizo. Fue hasta la hamaca a secarse el sudor. Desde allí miró al coronel a través de una atmósfera reverberante. —También necesito los documentos —dijo el coronel. —Cuáles. —La justificación. El abogado se abrió de brazos. —Eso sí que será imposible, coronel. El coronel se alarmó. Como tesorero de la revolución en la circunscripción de Macondo había realizado un penoso viaje de seis días con los fondos de la guerra civil en dos baúles amarrados al lomo de una mula. Llegó al campamento de Neerlandia arrastrando la mula muerta de hambre media hora antes de que se