darse cuenta que este juego no es más que una forma
de burla a la sociedad y no una auténtica democracia.
¿Y si no es así, porque ninguno de esos que se llaman
demócratas propone que se pase a un sistema de
elección directa de cada ley?
Pues porque se sienten cómodos usando el poder
para su interés y despreciando a los ciudadanos, man-
tener este sistema político supone entregar el poder a
quienes no buscan otra cosa que impedir que la socie-
dad conozca el significado de la palabra libertad.
No estoy diciendo que los ciudadanos tengan que
luchar contra esto por encima de sus posibilidades,
pues en muchos casos esas posibilidades son escasas.
Pero sí se les puede pedir que dejen de creer en
las mentiras que se les cuenta y dejen de colaborar
con quienes no desean el bien de la sociedad, tienen
que comprender que aunque el miedo al poder limita
la capacidad de juicio, la mente es libre y puede esca-
par de su control, y quienes viven en las mal llamadas
democracias deberían dejar por un momento a un
lado su arrogancia y pensar que sus sistemas políticos
son tan poco creíbles como aquellos de los que se
burlan, porque no hay que confundir el nivel de
desarrollo tecnológico con el político, puesto que
son dos cosas totalmente diferentes y aunque estas
falsas democracias sean preferibles a las dictaduras
no por ello dejan de estar muy lejos de lo que dicen
ser.
Muchas de esas falsas democracias presumen de ser
sistemas políticos justos que respetan los derechos