El camino Diego Moncada | Page 2

La lluvia cae sobre mí mientras mis zapatos se llenan de barro y mi ropa empieza a pesar por culpa del agua que esta ha ido absorbiendo. Casi no puedo seguir el sendero ya que me cuesta ver lo que hay delante de mí por culpa de la niebla y la lluvia.

“Debería volver” es lo primero que soy capaz de cuestionarme en el momento que me doy cuenta de que no puedo seguir en el camino. “Al principio estaba muy bien, no habían nubes y el sol resplandecía”, es el pensamiento que nace a raíz del primero. Pero enseguida empiezo a ser más lógico y me doy cuenta de que no estoy muy seguro de como he llegado hasta aquí.

Decido sentarme en el suelo lleno de barro e intentar encontrar alguna solución, aunque soy incapaz de encontrar otra salida, no se me ocurre algo más que seguir adelante, sin saber a dónde me deparará. Cuando creo haber descansado lo suficiente decido mirar al frente y es ahí donde veo una alejada luz al lado izquierdo del camino, luz que es capaz de sobrepasar la fuerte niebla y que aparentaba estar a mi lado a lo largo del camino. ¿Cuánto tiempo llevo exactamente aquí dentro?

Tal vez la solución para acabar con esta tormenta es que me dirija por entre todos los arbustos que separan el camino de aquella luz e intente llegar a aquel lugar, que este parecía un poco más cerca.

Mi pierna derecha decide entremeterse entre el primer arbusto y es ella la que empieza a sangrar por culpa de las ramas puntiagudas de aquel matorral, pero la desesperación por salir de ahí y el grito mudo que hace mi voz, obligan a mi pierna izquierda a entrar en el matojo. Una vez dentro me planteó el volver a mi camino, pero esta vez aquella luz, ya no era lejana, sino que su resplandor era capaz de darme en la cara y podía sentir ligeramente lo cálido que podría ser aquel lugar.