de escuela; y nuestros pintamonas y soplagaitas de humanistas, y el resto de chupatintas, es que no los han visto ni por asomo, vaya ».
« Con esa quema » – dijo Hitler haciendo un gesto de desaprobación- « todavía habríamos avanzado bien poco. Pues el hecho es que aunque ni siquiera hubieran existido nunca ni una Sinagoga, ni una escuela judía, ni el Antiguo Testamento, ni el mismo Talmud, aún seguiría estando ahí el espíritu judío en cuanto tal, dejando notar sus efectos. Ese espíritu está ahí desde el primer instante; y no hay un solo judío, ni uno sólo, que no lo encarne. Y en los denominados judíos ilustrados se halla aún más explícitamente acentuado; por ejemplo, ciertamente que un Heine se cuenta entre los más ilustrados, pero no deja de tener el mismo o mayor orgullo desvariado aún que el más rastrero chamarilero judío de Galitzia. ¡ Como que se hubiera lavado las manos en caso de haberle estrechado la mano a cualquier humilde representante del pueblo de sangre gentil! Moses Mendelsohn pasa por ser un prodigio en toda regla de sabiduría; mira bien: ¡ y le parece absolutamente indignante que los judíos no posean aún el dominio sobre el orbe del mundo que por derecho les corresponde!».
« Dostoievsky,»-recalqué- « basándose en sus dilatadas experiencias, nos caracteriza insuperablemente la arrogancia como para poner los pelos de punta que gastaban estos gorrones en Rusia( 147). Durante cierto espacio de tiempo tuvo que convivir y compartir catre con toda clase imaginable de penados. Entre ellos había algunos judíos. Con los que todo el mundo se portaba de forma amable, sin ponerle un pero ni aún a su grotesca y estrafalaria forma de orar. Los rusos pensaban que hubo un tiempo en que ésa fue poco más o menos que su propia religión, así que les dejaban realizar sus preces tranquilamente,“ casi aplaudiéndolas”. ¡ Y ésos mismos judíos son los que les hacían el vacío a tales rusos, los que se negaban a comer en su compañía y les miraban de arriba abajo! ¿ Y dónde acontecía esto? En un penal siberiano. No hubo parte de Rusia en la que Dostoievsky no constatara ese repudio y ese asco sentido por los judíos en cada caso hacia los oriundos. No era sin embargo que el grueso del pueblo, la gente humilde, los hubiera tratado mal; tal cosa no había acontecido por lo general en ninguna parte. Dostoievsky afirmaba, con la mosca detrás de la oreja, que los judíos procedían de esa manera porque sus creencias así se lo prescriben ».
«¡ Exactamente,»-dijo Hitler en tono de mofa- « porque así son sus creencias! Porque así es lo que les ronda por la cabeza. ¡ Porque así de insensible es su corazón! Wilhelm Busch llega incluso a llamarlos“ innatamente corruptos y desalmados”( 148). Primero viene el carácter, y luego la religión, ¡ y no al contrario!».
« Dostoievsky » – proseguí- « era la compasión personificada, en especial para con los descarriados; sólo exceptuó, tal como hizo Cristo, a los judíos. Con toda intención pregunta qué es lo que sucedería en Rusia si los judíos consiguieran la supremacía. ¿ Les concederían a los rusos ni remotamente los mismos derechos que disfrutarían ellos? ¿ Les permitirían siquiera conservar sus peculiares modos religiosos, tal como exigen para sí? Sencillamente, no. ¿ No los convertirían más bien en sus esclavos? O, peor todavía,“¿ no sería lo que harían sino desollarlos vivos?” ¿ Acaso no exterminarían al pueblo, tal como ya la hicieron con otros pueblos en anteriores momentos de su historia?» *
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