EL BOLCHEVISMO DE MOISÉS A LENIN - DITRICH ECKART EL BOLCHEVISMO DE MOISÉS A LENIN - DITRICH ECKART | Page 35
trazando un plano según el cual entre los antiguos israelitas y los judíos existía
una diferencia. Echando mano de las tuberías derechas se saca de la manga
una antigua y modélica edificación» .
«Y llegado el momento» –rió Hitler, «el judío abandonará el chiringuito,
dejando atrás su condición de israelita.***** El judío sólo se entrega al bien en
la medida en que ello pueda redundar en mal de forma inadvertida. A ello
estuvo consagrada la duración de sus días, y a ello seguirá consagrada la
duración de sus días en lo venidero».
«Esa ambigüedad» –completé yo- «la encuentras hasta en Spinoza (108) .
Apenas se puede imaginar una imagen del mundo más licenciosa; y una Ética
que espantaría hasta a una marrana vieja. La quintaesencia de su moral es
“buscar en todas las cosas lo provechoso”. El genuino punto de vista judío.
Este supuesto superador del judaísmo -es Otto Hauser (109) el que le otorga esa
denominación- jamás se ha expresado de forma significativa sobre el judaísmo.
Sólo que, de alguien que declara que la filosofía es un mero “juego del
pensamiento”, que no sirve más que para solaz de los filósofos, de ese alguien,
puede uno por lo menos estar avisado de en qué inmensa medida no habrá
aplicado ese principio».
«De la misma manera que Kaspar Hauser (110) no era ningún príncipe»
-dijo Hitler haciendo gestos de negación-, «sino un astuto palurdo, el prototipo
de timador engañabobos. Nota bene, hubiera sido un milagro que los judíos no
lo elevasen a la condición de héroe de novela (111) . Cuanto más cochambroso
es el sujeto, mucho mejor».
«Cuando la cosa les urge» -repliqué yo-, «sencillamente trastocan lo
puro e íntegro en cochambrosa putrefacción. Recuerdo haber leído en un libro
judío hasta el más mínimo detalle acerca de la sífilis heredada de Goethe; y en
otro dedicado a Richard Wagner prolijamente tratadas sus inclinaciones
pederastas. Por otro lado es lógico: dado el interés existente en hacerlos pasar
por judíos de pura cepa, hay que aportar continuamente pruebas al respecto».
«¿Le llegarán a encasquetar también la permanente judía a Lutero?»
–opinó Hitler. «Difícilmente. Pues les ha arrimado el ascua a su sardina a base
de bien. Huelga decir que en la misma medida no les conviene tirar de la manta
para dejar al descubierto el gato encerrado que hay en él».
«¿Sabes cuál es?» –Pregunté.
«Sí que lo sé» -asintió Hitler seriamente con un gesto. «La más terrible
de las tragedias. La causa desconocida del derrumbamiento alemán; una
culpa, en la que incurrió con la mayor de las inocencias, de repercusiones tan
catastróficas, que en el presente la totalidad de la cultura amenaza con irse a
pique. Lutero, el tremendo adversario del judaísmo, inconscientemente su
funesto precursor. Inconcebible; reitero que algo inconcebible. ¡Por unos
miserables diez o veinte años, lo que tardó en divisar al auténtico Judas, cosa
que no ocurrió hasta poco antes de su muerte (112) , cuando la suerte ya estaba
echada! ¡Hasta ese momento, dedicado en cuerpo y alma a los traidores!
Durante todo ese tiempo, los hebreos son para él “primos y hermanos de
nuestro Señor”, pero nosotros, los cristianos, únicamente “hermanos políticos y
extranjeros”. Imploraba hasta la exasperación al populacho que pusiera el
mayor esmero en frecuentar el trato de los judíos. ¡Para él son ensalzados por
encima de los apóstoles! El beato Erzberger no podría haberlo llevado a cabo
de forma más primorosa».
33