El Asegurador Julio 15, 2020. Julio 15, 2020. | Page 22
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Ciudad de México / Julio 15, 2020.
De dos al cuatro
#Opinión #Seguros
El plACER DE
DISENTIR
Oscar González Legorreta
[email protected]
Todo el mundo miente; la
única variable es sobre qué.
Gregory House, Dr. House, M. D.
Todos hemos escuchado sobre esfuerzos
que pretenden incrementar
la penetración del seguro en
nuestro país, y algunos hemos participado
en ellos. No pretendo ser demasiado
crítico, pero me parece que el resultado
de tales iniciativas en las últimas décadas
está muy lejos de ser el deseado.
Querido lector, hoy quiero reflexionar
con usted sobre eso, que es un desafío
particularmente arduo para el sector.
¿Qué pasaría si estuviéramos basándonos
en supuestos falsos al construir
las estrategias de crecimiento? ¿Qué sucedería
si nuestros supuestos se basaran
en mentiras? Me encantó esta definición
que encontré: “Mentira s. f. Afirmación
que una persona hace siendo consciente
de que no es verdad”.
Sabemos bien que los dos poderosos
argumentos que aparecen una y otra vez
en los análisis estadísticos y poblacionales
confluyen en las causas para explicar
el reducido nivel de aseguramiento: falta
de cultura y bajo poder adquisitivo.
Y, francamente, yo podría aceptar ambos
sin mucha discusión si no viera a
un peatón entrar en una tienda con un
iPhone X en las manos para abonar 200
pesos al saldo y poder hacer uso de él.
Me explico. Resulta difícil pensar que
haya un razonamiento sólido que sustente
la acción de las personas de poseer,
sea por adquisición o arrendamiento
(asumamos que no es robado), ese objeto
y dedicar una parte significativa de sus
ingresos a la compra de crédito para su
uso. Lo mismo ocurre con los servicios
de TV de paga, por ejemplo.
Es claro. No hay un sustento lógico en
ello. Es una decisión básicamente emocional.
Un individuo que privilegia este tipo
de producto o servicio en su gasto corriente
lo hace por un deseo, por las satisfacciones
emocionales que le brinda,
llámese estatus, competitividad o sentido
de pertenencia, por mencionar sólo
algunas.
Si así lo permite el lector, voy a usar
una expresión más coloquial para ese
factor llamado deseo. Voy a utilizar las
conjugaciones del verbo querer. También
voy a tratar de ilustrar los escenarios
de decisión que enfrenta un potencial
asegurado.
Usemos esta descripción gráfica, que
ilustra las opciones por cuatro cuadrantes.
¿Por qué hablar de querer como un
factor crítico para la decisión? Porque
el hecho de querer deriva de un impulso
emocional, más que de uno racional.
Durante años hemos trabajado para
influir en el pensamiento racional de
nuestros prospectos, esgrimiendo toda
suerte de argumentaciones lógicas, analíticas
o financieras para acompañar el
raciocinio del potencial comprador hasta
su elección. De hecho, éste es el arte
de los números y las finanzas.
Y para introducir el desafío y el axioma
de mi admirado Dr. House, apelo a
aquellos que, como un servidor, han
prospectado, y les pregunto: ¿cuántas
respuestas poco racionales han recibido
a lo largo de los años? ¿Qué pasaría si
supiéramos que en realidad no nos han
dado respuestas ilógicas, sino que de
plano nos han mentido?
Y por mentir quiero decir lo que los
prospectos han hecho al respondernos
lo que ellos creen que sonará socialmente
aceptable, creíble, lo que nos dejará
tranquilos… o al menos lo que hará que
ya no insistamos. Esas mismas respuestas
son las que los entrevistados entregan
en extensos estudios estadísticos
donde deseamos ver reflejadas las “causas
últimas” de la no elección de compra
de un seguro. Repito: ¿y si fueran mentiras?
Voy al principio de esta colaboración
y tengo en mente la definición de mentira:
el entrevistado o prospecto sabe que
la verdadera razón para no adquirir la
póliza es diferente de lo que respondió.
Tal vez simplemente no quiere. No siente
el deseo emocional de hacerlo. Pero
no querer parece irracional… Entonces
inventa (nunca fue tan atinado un verbo)
una excusa más creíble.
Eso sí explicaría cabalmente por
qué se prefiere un smartphone, la TV
de paga o cualquier suerte de artículos
o servicios que deberían estar por detrás
de la adquisición de un seguro…,
racionalmente hablando, se entiende.
Simplemente, estos aparatos le brindan
al comprador emociones satisfactorias
que nuestros productos no brindan. O
al menos eso le parece al prospecto.
¡Oh, Dios! ¡Hemos estado usando las
disciplinas equivocadas! Tal vez antropología,
sociología y psicología deberían
sustituir a las investigaciones, encuestas
y estadísticas de mercado, que pretenden
explicar un comportamiento basado…
¡increíble!, en respuestas falsas.
Hay que hacer que en la
compra de un seguro el
cliente comprometa sus
emociones y sentimientos
de orgullo y gozo
Y por favor no se tome esta reflexión
como si yo pretendiera acusar de dolo o
mala fe al prospecto. Hay una explicación
muy simple: nadie quiere parecer
tonto. Y menos aún en una entrevista o
encuesta. El prospecto podría estar aduciendo
algún elaborado razonamiento
simplemente para evitar el auténtico
no quiero, no se me antoja. Una de las
experiencias más enriquecedoras en mi
aprendizaje sobre coaching ontológico
ocurrió en una sesión general, cuando
el moderador preguntó: “¿Qué sabor de
helado te gusta?”. Y después invitó a un
participante a explicar por qué. Al cabo
de muchas “argumentaciones”, por cierto
bastante elaboradas, el ejercicio guiado
nos llevó a concluir que no existe tal
“explicación”. Al menos no una lógica.
Es pura preferencia, deseo,
emoción personal. Punto.
Basados en numerosos estudios, hemos
realizado ajustes y cambios a los
productos de seguros. Uno de los ejercicios
más recientes, las coberturas básicas,
muestra resultados incipientes. Vale
la pena tomar un poco más en serio esta
hipótesis y abordar, por ejemplo, el reto
de trasladar a la población del cuadrante
dos al cuatro. Impulsar que quieran
si ya pueden. Y, sin duda, muchos clientes
pueden más allá de lo que nos dicen.
Insisto: la telefonía celular lo demuestra,
tal como lo revela cualquier padrón actualizado.
¿Cómo hacer que los
prospectos quieran?
Sé muy bien que la respuesta a tal interrogante
es un campo desconocido.
Las especialidades y ramas del conocimiento
son diferentes. Quizá la más
familiar para muchos de nosotros es la
mercadotecnia. El modelo de impulsar a
toda costa un producto está llegando a
su límite. Hay que hacer que el cliente
lo desee, lo quiera; que intervengan en
la adquisición de un seguro emociones y
sentimientos de orgullo y gozo, incluso
de complacencia.
Continuaré profundizando al respecto
en futuras colaboraciones. Yo lo disfruto,
y espero que mi lector también.
Gran parte de estos pensamientos derivan
de animadas tertulias que realizo
con uno de los mejores actuarios que
impulsan al sector asegurador mexicano
y un pensador siempre reflexivo. Nos
conocimos hace casi tres décadas, cuando
iniciábamos en el sector: Mauro Soria
Mata, hoy alto funcionario en activo
y a quien envío un saludo afectuoso.
Cada potencial cambio de cuadrante
da para muchos ejercicios reflexivos.
No es tarea sencilla. Parece algo muy
diferente de lo conocido. Pero las posibilidades
suenan prometedoras, ¿no?
Cuando eliminas lo
imposible, lo que
queda, aunque
improbable, debe ser
la verdad.
Spock, Star Trek
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