El Asegurador Agosto 31, 2020. | Page 8

8 Ciudad de México / Agosto 31, 2020. #CNSF #Seguros La claridad, la precisión y la concisión son fundamentales en el proceso de comunicación, y así lo enseñan en clases de redacción, sobre todo periodísticas. Poner por escrito las ideas utilizando palabras de fácil comprensión o acceso por parte del receptor, utilizar términos que no den lugar a interpretaciones particulares o caprichosas y usar la menor cantidad posible de elementos para producir el mensaje deseado resultan más que necesarias. Y ni hablar del enorme peso que la ortografía y los signos de puntuación tienen en el proceso de crear textos que consideren no únicamente la forma, sino también el fondo; todo con el propósito de evitar vicios que oscurezcan el mensaje y desvirtúen la intención comunicativa. Lamentablemente, a los fundamentos del bien ser y el bien hacer les negamos muchas veces la atención que merecen, sobre todo debido a la creencia, absolutamente errónea, de que son factores tan pero tan básicos que de cualquier forma que procedamos haremos lo correcto, y damos por sentado que estamos haciendo las cosas bien, como Dios manda; sin darnos siquiera la oportunidad de analizar si estamos cumpliendo con los requisitos mínimos que impriman certeza a nuestra labor, labor redactora en el caso que nos ocupa. ¿Sirven de algo los fundamentos? Quiero suponer que sí, tanto como sirven a un edificio muy alto los profundos cimientos que se excavan al iniciar su construcción. En otras palabras, los fundamentos son útiles en cualquier actividad que comience a desplegar el portentoso cerebro humano. A mí, por ejemplo, me gusta jugar golf, un deporte que, si bien es sobre todo mental, exige también dominar los fundamentos del swing, so pena de ser un simple diletante que esté casi siempre jugando rondas con scores que distan mucho de ser lo que pudiera alcanzar si así lo quisiera y pusiera manos a la obra. Los profesionales viven afinando las claves del swing, e incluso regresan a los básicos con tal nivel de exigencia que en ocasiones esa decisión provoca que al principio su juego arroje resultados inferiores a los que estaban registrando previamente. Al fin jugadores de alto rendimiento, ellos saben que solo aceptando posibilidades de crecimiento, de expansión podrán llegar a afinar aspectos básicos que todo profesional necesita dominar para estar en la posición destacada que desea ocupar. con Genuario Rojas Entre lo esencial y las florituras ¿Qué requiere alguien para decidir volver a los fundamentos? Pregunta esta con variadas respuestas. A mí me parece que orgullo y humildad, y sé bien que menciono dos factores aparentemente contradictorios. Creo que ofrecer (en el sentido de aportar, contribuir a un fin superior) algo a los demás —cualquier cosa que esto sea— genera orgullo, satisfacción por lo hecho, por lo dado, por lo entregado; pero sobre todo supone humildad para admitir que se es mejorable. Por supuesto que introducirse en una revisión de los fundamentos provocará ciertas incomodidades, pero éstas siempre serán menores que aquellas que provoca la incierta sensación de ser producto acabado, terminado (en el sentido de perfecto). ¿Qué puede equipararse a la satisfacción que produce esa obra que hemos creado y en la que hemos aplicado aquello que aprendimos? ¿Qué puede ser más reconfortante que ver que el resultado es superior conforme pasa el tiempo y que ello es debido a nuestra persistencia, a nuestro tesón al aprender? Y aquí hay algo muy importante: esta complacencia es mucho mayor cuando el proceso de aprendizaje nos hizo sudar, maldecir, entristecernos... o hasta llorar. Sucede, sin embargo, que con frecuencia aprendemos algo que solo repetimos una y otra vez, uno y otro día, uno y otro año, toda la vida, sin cuestionarnos jamás si lo estamos usando de manera correcta o bien si han surgido modificaciones en ese campo. En el golf, para continuar con el mismo ejemplo, hay quienes van introduciendo cambios que los demás bien harían en examinar para ver si pueden o no mejorar su estilo de juego, y de hecho siempre lo hacen. Quienes así actúan evitan la rutina mal entendida, la rutina que parte de un aprender que carece de revisión constante, de reflexión, de reexpresión, de reelaboración; como si ya nada pudiéramos incorporar a lo que alguna vez aprendimos, mediante el método que haya sido. Renunciamos a las posibilidades de mejora quizá por sentirnos incapaces. ¿Pero de qué otra manera avanzó la humanidad si no fue con el método de incomodarse con lo consuetudinario y atreverse a reemplazarlo mediante una reelaboración ingeniosa? Imagino que renunciar a mejorar significa para muchos la comodísima situación de no invertir tiempo ni dinero ni esfuerzo. ¡A cuánta gente hemos conocido que solo se muestra dispuesta a tomar un curso si éste se imparte dentro del horario de trabajo, si el costo lo paga la empresa y si no exige pensar o desvelarse demasiado! Todavía recuerdo que, cuando tuve la fortuna de participar en el Curso de Formación Social, de la Unión Social de Empresarios de México (USEM), allá por 1991, este organismo citaba la necesidad de edificar empresas altamente productivas, plenamente humanas y socialmente responsables. Aspirar a lograr una elevada productividad no justificaba, se nos decía en el curso, hacerlo en demérito de las personas que integran una empresa; pero la plenitud humana tampoco debería estar peleada con la obtención de utilidades, so pena de crear falsos liderazgos, personajes que tienen incondicionales por fines ajenos a los intereses de la organización. Hoy en día, cuando se habla de que todo ha cambiado y de una nueva normalidad, sería tal vez conveniente revisar qué es eso que ha cambiado. Porque, si bien se modifican algunas formas, es probable que nos encontremos con que hay básicos, cimientos, principios y fundamentos que no han cambiado. Lo básico, lo esencial quizá nos esté llamando, y a lo mejor conviene dejar las florituras para después. PROPORCIONANDO SOLUCIONES A LA MEDIDA Administración de gastos médicos para el sector asegurador SOMOS ESPECIALISTAS EN CONTENCIÓN DE COSTOS