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Ciudad de México / Agosto 15, 2020.
LOS NÚMEROS CUENTAN
Antonio Contreras
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¿Qué es la procrastinación?
La procrastinación (del latín procrastinare (pro, adelante, y crastinus, referente al futuro))significa
‘postergación’ o ‘posposición’. Es la acción o hábito de retrasar actividades o situaciones que deben
atenderse sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables, por miedo a afrontarlas.
No hay palabra que defina mejor la práctica habitual de los gobernantes mexicanos, mandatarios en
quienes durante sucesivos sexenios hemos depositado el poder para realizar cosas en nuestro beneficio. Lo
del poder funcionó, pero en lo de acciones en nuestro beneficio nos han quedado a deber. Y mucho.
Al continuar con el análisis del Presupuesto de Egresos de la Federación, me topé con un renglón que
representa casi una sexta parte del total.
El enunciado describe una situación ideal:
“Aportaciones a Seguridad Social”.
¿Quién podría objetar tan loable intención?
Aportación a Seguridad Social. Suena muy bien, pero
los números cuentan una realidad diferente.
El cuantioso y aparentemente inocente renglón del
presupuesto federal es el gasto que todos los mexicanos
sufragamos para pagar las pensiones. ¿De quiénes?
De los mexicanos de primera y de los mexicanos de
segunda.
Los últimos serán los primeros. Quienes trabajan
en una empresa y cotizan en el IMSS tienen derecho
a una pensión para su retiro. En 1997, las pensiones se
movieron de un esquema de “Beneficio definido” a un
esquema de “Cuentas individuales”.
Con la ley de 1973, un trabajador que haya cotizado
en el Seguro Social por lo menos 500 semanas tiene
derecho a obtener una pensión máxima de 25 veces
el salario mínimo mensual, algo así como 92,000
pesos mensuales, más que suficiente para vivir sin
preocupaciones, en alguna tranquila ciudad de México.
Sin embargo, hay muchos peros. El primero es que no
existe ciudad tranquila en México, por supuesto; pero,
en lo que se refiere al monto cercano a 100,000 pesos
mensuales, baste decir que no existe trabajador que
pueda alcanzarlo.
Los recientes aumentos al salario mínimo han sido
significativos: 16 por ciento en 2019 y 20 por ciento en
2020. El Gobierno mexicano tuvo que echar mano de
un artilugio para evitar que sus obligaciones indizadas
al salario mínimo crecieran desproporcionadamente,
entre ellas el monto que se debía pagar a los pensionados
del IMSS y el Issste. Así, el monto máximo de pensión
se fijó ya no en pesos, sino en UMAS, Unidades de
Medida y Actualización, nueva referencia económica
para determinar la cuantía del pago de obligaciones
previstas en las leyes federales o estatales. Obviamente,
la UMA es menor, y por lo tanto ahora el monto
máximo de pensión es de alrededor de 65,000 pesos.
Sesenta y cinco mil pesos sigue
sonando como una suma decente para
enfrentar los gastos de un jubilado. Sin
embargo, nos faltan muchos cálculos.
No hay persona que pueda alcanzar
el monto máximo, pues a fin de
determinar el monto base para el
cálculo de pensión debe utilizarse el
promedio de los últimos cinco años,
a veces el salario mínimo y a veces la
UMA. Hay que fijarse bien.
Y después viene el número de
semanas cotizadas. Partimos del monto
base, 13 por ciento del promedio de
salario mínimo o UMA de los últimos cinco años,
y después consideramos el número de semanas
trabajadas. Con esto llegamos al cálculo de la pensión.
Suena sensato: si cotizaste más semanas, contribuiste
más y tienes derecho a una pensión mayor.
A partir de 1997 entró en vigor un esquema de
cuentas individuales: el trabajador ahorra en su afore y
forma un fondo que le servirá para recibir una pensión
cuando llegue el momento.
El Gobierno paga las pensiones de quienes se
han jubilado con la ley del 73, y también asumirá la
obligación de pagar una pensión mínima a quienes
se jubilen con la ley del 97. El monto de aportaciones,
que sale del presupuesto, que se sufraga con nuestros
impuestos, se duplicó en 10 años y ya representa, como
La procrastinación
dejó para mañana
las consecuencias
de decisiones
sin fundamento
pero de beneficio
político inmediato
#Opinión
comentamos anteriormente, una sexta parte de las
erogaciones programadas.
Hay cosas que es difícil entender; y en otras esto de
plano es imposible.
¿Por qué tiene el Gobierno que asumir el pago de las
pensiones de los jubilados por el Seguro Social? ¿Qué
no se supone que las aportaciones históricas de los
trabajadores debieron constituir un fondo para cubrir
estas obligaciones?
Mi conclusión es que el cálculo no fue correcto y
que los recursos captados no constituyeron el fondo
necesario. Los contribuyentes tenemos ahora que
pagar los pecados del pasado. Y esto es sólo la punta
del iceberg… Agárrense.
Los mexicanos de primera (Pemex, CFE y el
propio IMSS) gozan de un esquema superior al de los
desgraciados que osaron vivir fuera del presupuesto.
Un empleado de Pemex podía jubilarse, hasta hace
poco, a los 55 años de edad. Nada de esperar hasta la
cesantía o la vejez. Y bastante hicimos en la plataforma
o en el escritorio, donde doblamos la espalda para
engrandecer a la empresa número uno de México.
Deficitaria y con tres veces el personal que necesita, pero
no estamos para detalles. Y olvídense de promedios o
límites de pensión: último sueldo al ciento por ciento,
sin límite y sin promedios, y con actualizaciones
anuales; y todo ello sin haber aportado un solo peso. Es
decir, Pemex sí es de todos los mexicanos, por lo menos
en lo que se refiere a obligaciones.
Si, como se vislumbra, y pese a los esfuerzos por
revivir al muerto, llega el momento en que “nuestra”
empresa petrolera deje de operar, nos quedaremos
con un bonito recuerdo: un billón y medio de pesos
como pasivo laboral. Sí, 1,500,000,000,000 de pesos.
Nos toca de a 11,500 pesos por mexicano, sea hombre,
mujer, niño o anciano. Hay que corresponder a los
beneficios de haber tenido una empresa tan próspera.
Si Pemex saliera a cotizar en bolsa en este momento,
no habría postor que la comprara…, entre otras cosas,
por la astronómica suma escondida en el clóset.
CFE y el mismo IMSS también cuentan con
“Prestaciones adicionales de las de la Ley del Seguro
Social mediante la celebración de contratos colectivos”.
La descripción mencionada en la Nota informativa
“Gasto en pensiones y su perspectiva de largo plazo”,
elaborada por el Centro de Estudios de las Finanzas
Públicas, no tiene desperdicio. Los mexicanos de
primera, en lo oscurito, se consienten
con esquemas de jubilación temprana,
montos para continuar viviendo
al mismo nivel y aportaciones
reducidas. Son como señoras de
antaño celebrando un banquete en
el que se pondrán de acuerdo para
realizar obras sociales, sémola y
tortillas incluidas, en beneficio de los
desposeídos. El kilo de ayuda como un
proyecto de vanguardia. No digan que
no pensamos en ustedes.
No es de extrañar que una tercera
parte de las aportaciones se destine a
menos del 9 por ciento de los trabajadores. La tajada
del león, pues.
Ya se hicieron reformas al esquema de prestaciones de
Pemex, CFE, IMSS e Issste. El monto de “Aportaciones
a Seguridad Social” continuará aumentando todavía
por varios años antes de decrecer. Las reuniones
en salas de paneles de madera con optimistas
funcionarios gubernamentales, listos para administrar
la abundancia de los años ochenta, nos legaron una
pesada carga que pagaremos nosotros, nuestros hijos
y nietos.
La procrastinación dejó para mañana las
consecuencias de decisiones sin fundamento pero
beneficio político inmediato. Lo malo es que el mañana
ya llegó.