Disciplinas Amateur | Nicolás Roncoroni
El futbol femenino no siempre fue como hoy lo vemos.
Ni cerca de lo que deseamos que sea en las próximas
temporadas. Hablar de profesionalismo era una burla
en los años donde Mabel Salinas empezó a dar sus
primeros pasos dentro del club.
El camino que la condujo al Globo comenzó después
de una muy mala noticia para la disciplina. El Club Fe-
rro Carril Oeste cerraba sus puertas al fútbol femenino
por falta de fondos, dejando a muchas jugadoras a la
deriva. Allí, apareció la posibilidad de abrir la actividad
en el conjunto de Parque Patricios.
A fines de los 90´, Mabel junto a otras nueve futbolistas
de Ferro, cinco del Club Lugano y otras de Alem de
General Rodríguez lograron conformar el primer plan-
tel del Globo, que empezó a competir por campeona-
tos locales en el año 1998.
“Jugaba en varias posiciones de campo, pero el en-
trenador Héctor Barzola no me tenía en cuenta por la
edad. Lo desafiaba todos los días y él quería ponerme
de segunda arquera. En ese momento no lo entendía,
pero hoy me pasa algo similar. Me gustan las chicas
jóvenes para el desarrollo. Los conceptos se van trans-
mitiendo”, cuenta reflexiva.
¿Qué hacías para practicar la actividad que más te
apasionaba?
Tenía a mi padrino que era mi compinche. Me acom-
pañaba a jugar unos torneos en Ituzaingó, donde me
pagaban por hacerlo. Teníamos turno a la 1 de la ma-
ñana. A veces, volvía lesionada y tenía que esconder-
me, decía que me había caído de una escalera.
¿Costaba conseguir la indumentaria para jugar a
la pelota?
Mucho. Recuerdo que en el programa de Carlitos Balá
les hacían propaganda a unos botines llamados Saca-
chispas. Si dejabas el chupete y la mamadera, les re-
galaban un par a los varones. Un día, le llevé los de
mis hermanas para conseguirlos, ja. Mi mamá se ponía
como loca porque ni siquiera tenía zapatillas.
¿Alguna vez te descubrió compitiendo?
Por supuesto. En una época tuve que dedicarme al vó-
ley. Me vio que me vestía como los chicos para poder
jugar. Fue difícil, tuve que trabajar mucho para conven-
cerla. Mi padre, al contrario, fue quien me contagió la
enfermedad del fútbol.
¿Cómo se dio tu debut en el arco del Globo?
Se lesionó la titular y el técnico me preguntó si me ani-
maba a atajar. Le respondí que obvio… No me costó
tanto ser arquera porque había jugado al vóley y al
handball. Me emociona mucho recordarlo. Fue en un
partido contra Tigre en Victoria, que ganábamos 1 a 0
y tapé una a brazo cambiado sobre el final para lograr
el triunfo.
Y desde ahí no te alejaste de los tres palos…
Logré mantener la valla invicta por 694 minutos. Era
un equipo joven, con varias citadas a la Pre-Selección
Sub-17 de Argentina. Viví muchas cosas en el club. Me
tocó entrenar con Monzón, Andújar y Migliore bajo la
conducción de Enzo Farías. Conozco La Quemita des-
de que era una sola cancha y todo baldío.
¿Representar a la Quema fue un sueño hecho realidad?
Totalmente. ‘La Mabel jugadora’ pudo cumplir la aspira-
ción de jugar en un equipo grande y hacerlo en el Pala-
cio Ducó. Vestir la camiseta de Huracán era lo máximo.
La relación con el deporte de sus amores tuvo una gran
barrera en los inicios. Ese muro gigante fue su madre,
con ideales “patriarcales” relacionados al fútbol. “Me
prohibía jugar, decía que las ´marimacho´ lo hacían. Pen-
saba que la sociedad me iba a golpear por dedicarme al
fútbol. Me dejaba solo estudiar computación e inglés”.
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