Edades doradas de las series Junio 2014 | Page 8

de empatizar con el sufrimiento de los demás; sin embargo, pronto descubrirá que sólo si logra mostrar su humanidad podrá salvar su vida, literalmente. Tras un accidente de coche, sufre un colapso que lo deja completamente paralizado; entonces asistimos a un desesperado soliloquio de su mente, luchando por mantener la esperanza de poder expresar de alguna manera (sólo puede mover un dedo) que está vivo, mientras ve cómo todos le dan por muerto y está a punto de ser enterrado vivo, algo que provocaba en el espectador un pavor inimaginable. Pero una lágrima, las lágrimas de las que se burlaba sólo unos días antes, le salva de ese terrorífico final.

Este miedo también nos lo metieron en el cuerpo con La última fuga, en mi caso, me temo que para siempre. Recuerdo esta historia como especialmente pesadillesca. Probablemente compartamos el recuerdo del capítulo remake de 1985 y no el del original (emitido en la segunda temporada, en 1964). Cuando volvió a rodarse, ya en color, se cambió al protagonista por una mujer. Pero la trama era la misma y supongo que provocaba la misma inquietud, ya fuera en blanco y negro o con ese extraño filtro de imagen que tenían las series en los 80. El tema, desde luego, no lo inventó Hitchcock, probablemente se nutriera de los relatos de Poe en El Entierro Prematuro, para el escritor “el peor destino posible para un hombre”. Y Hitchcock lo llevó a la televisión de una forma magistral.

dedo) que está vivo, mientras ve cómo todos le dan por muerto y está a punto de ser enterrado vivo, algo que provocaba en el espectador un pavor inimaginable. Pero una lágrima, las lágrimas de las que se burlaba sólo unos días antes, le salva de ese terrorífico final.

Este miedo también nos lo metieron en el cuerpo con La última fuga, en mi caso, me temo que para siempre. Recuerdo esta historia como especialmente pesadillesca. Probablemente compartamos el recuerdo del capítulo remake de 1985 y no el del original (emitido en la segunda temporada, en 1964). Cuando volvió a rodarse, ya en color, se cambió al protagonista por una mujer. Pero la trama era la misma y supongo que provocaba la misma inquietud, ya fuera en blanco y negro o con ese extraño filtro de imagen que tenían las series en los 80. El tema, desde luego, no lo inventó Hitchcock, probablemente se nutriera de los relatos de Poe en El Entierro Prematuro, para el escritor “el peor destino posible para un hombre”. Y Hitchcock lo llevó a la televisión de una forma magistral.