periodo comprendido entre finales de los años cuarenta y mediados de los cincuenta, en el que el drama antológico, realizado en directo desde Nueva York, fue el formato rey antes de ser desplazado por las series episódicas filmadas en Hollywood. Estos programas eran realizados con pequeños presupuestos y se dirigían a una audiencia que todavía no era muy extensa, lo que le permitía a menudo apostar por temas controvertidos y polémicos en historias con un toque de realismo social. Sin embargo, muy pronto las antologías dramáticas fueron desplazadas por una producción menos compleja y completamente despegada de la realidad que se ajustaba armoniosamente al paraíso de felicidad consumista retratado en los anuncios de los patrocinadores.
Para Thompson la competencia del vídeo y los canales de cable fueron factores fundamentales que obligaron en los ochenta a las tres grandes cadenas (las llamadas networks) a reaccionar apostando por una programación más ambiciosa que intentara retener a un espectador culto y de buena posición económica (por tanto, deseado por los anunciantes) que, con la posibilidad de elegir, buscaba algo diferente en televisión. En este sentido Canción triste de Hill Street se convirtió en un catalizador para el cambio gracias a su realista representación del trabajo policial y su compleja estructura argumental en la que se combinaban las tramas autónomas (llamadas episódicas) con las tramas continuas (llamadas seriales). A pesar de unos inicios complicados, el programa arrasó en los premios Emmy de 1981 (veintiuna nominaciones y ocho premios) y se hizo con una notable audiencia, llevando a su momento de mayor popularidad a la productora MTM, que tanto en el terreno de la comedia con La chica de la tele como en el drama con Lou Grant siempre había apostado por la calidad como la mejor arma para conquistar a la audiencia.
por una producción menos compleja y completamente despegada de la realidad que se ajustaba armoniosamente al paraíso de felicidad consumista retratado en los anuncios de los patrocinadores.
Para Thompson la competencia del vídeo y los canales de cable fueron factores fundamentales que obligaron en los ochenta a las tres grandes cadenas (las llamadas networks) a reaccionar apostando por una programación más ambiciosa que intentara retener a un espectador culto y de buena posición económica (por tanto, deseado por los anunciantes) que, con la posibilidad de elegir, buscaba algo diferente en televisión. En este sentido Canción triste de Hill Street se convirtió en un catalizador para el cambio gracias a su realista representación del trabajo policial y su compleja estructura argumental en la que se combinaban las tramas autónomas (llamadas episódicas) con las tramas continuas (llamadas seriales). A pesar de unos inicios complicados, el programa arrasó en los premios Emmy de 1981 (veintiuna nominaciones y ocho premios) y se hizo con una notable audiencia, llevando a su momento de mayor popularidad a la productora MTM, que tanto en el terreno de la comedia con La chica de la tele como en el drama con Lou Grant siempre había apostado por la calidad como la mejor arma para conquistar a la audiencia.
las antologías dramáticas fueron desplazadas por una producción menos compleja y completamente despegada de la realidad