necesariamente con- los gobiernos socialistas de la misma forma que los del PP refuerzan a la patronal. Los actores pagados de la negociación laboral.
Segundo, la huelga hiere a la macroeconomía, cierto. Por mucho que La Razón diga que no va ni dios. Y es precisamente por eso que la huelga es útil. La macroeconomía no repercute en el día a día, pero logra presionar al de arriba. Cuando se levantan voces (muy sensatas, por otra parte) que piden sustituir el anticuado y dañino mecanismo de huelga por acciones en red o manifestaciones pacíficas, siempre surge el mismo problema: No logran causarle molestia al Poder.
Eso le da un carácter político, es indudable, pero si la ley prohíbe la huelga política, cambien la ley, no la huelga; al fin y al cabo, fueron igualmente políticas, y buscaron cambiar las leyes, la recogida de firmas contra el Estatut (2006), la ya olvidada campaña “No + IVA” (2010) o las manifestaciones “Por la familia y la libertad” (contra el matrimonio gay, 2005). La protesta general no puede ser prohibida, los riesgos serían demasiado grandes para todos.
A día de hoy, la huelga general es la última línea de resistencia de la clase trabajadora. Todo lo demás ha sido despreciado o reprimido policialmente. Al margen del discutible y discutido rol de sindicatos y patronal, y pensando en todos los que inundaron calles y plazas este último 14N, prohibirla sería un grave error. De esos que nos gusta cometer.
Lo único que nos queda
Por Óscar Sáinz de la Maza
La izquierda debería empezar a admitir que cada vez que se arma una huelga general, las críticas a la misma –incluso desde dentro- se centran siempre en tres quejas clásicas. Que si las convocan sindicatos no independientes, que si son malas para la macroeconomía, que si tienen carácter “político” al pretender cambiar las decisiones del Gobierno…
Deberían también admitir que muchas de estas razones no son tan erróneas como creen. Pero es igualmente necesario recordar a los airados voceros de la otra trinchera que esos argumentos encierran verdades a medias, verdades que han de ser completadas:
Empezando por los sindicatos y su carácter político, UGT y CCOO estuvieron en su día ligadas políticamente al PSOE y al PCE respectivamente, pero rompieron su alianza convocando huelgas en los ochenta. Desde entonces, son favorecidas por -pero no acuerdan su política necesariamente con- los gobiernos socialistas de la misma forma que los del PP refuerzan a la patronal. Los actores pagados de la negociación laboral.
7