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GALLUS GALLUS DOMESTICUS -Mijo, se lo repito, me mató la hospitalidad. -Cómo así. -Usted sabe: no me ha tocado fácil. Cuando las cosas salían bien, me las di de buena gente y perdí el año: por eso me vine del pueblo. -Acaso no se vino por tantas peleas con su marido. -Más o menos. -No entiendo. -Ponga cuida'o: el papa de sus primos había logrado comprar una casa. Luego resultó otra mejor, más grande, por eso vendimos la casita y nos metimos en la otra, pero endeuda'os. Don Miguel nos vendió la segunda casa y, para ayudar a pagar la deuda, monté una guardería, ¿se acuerda? -Sí, claro, y también recuerdo, en las idas al pueblo, cuando le daba a los niños esa asquerosa colada de Bienestarina. -(Interrumpiéndome) será muy maluca pero es de mucho alimento, malhablado. -(Satisfecho de manifestar mi desagrado, evadí la situación retomando el hilo): la guardería quedaba cerca al cementerio, cierto. -Exacto, por allá era. En todo caso, esa fue la manera de colaborar que encontré: pude conformar un grupo de niños y la cosa arrancó, sin incluir en mis planes a sus mamas. Allá todo el mundo desayunaba, tomaba media mañana, almorzaba y parviaba en el algo. Al otro día lo mismo. Nunca vi nada de malo en atenderlas mientras les cuidaba sus hijos; al tiempo comprendí: las “ganancias” se me fueron en tales atenciones. Pa'cabar de ajustar, el papa de sus primos perdía y perdía plata con los tales gallos. Me preguntaba por qué don Miguel nunca nos había 04