Dí Arte Folleto Dí Arte 6 | Page 11

líticas nada tenían que hacer, ya que mi percepción provenía y se sustentaba en toda una creencia milenaria que solo se transfería a los elegidos. Ser elegido significaba haber pasado por diversas etapas de conocimiento, en las cuales el desapego por las cosas materiales es una de nuestras principales cualidades. Bueno, no crea que toda la noche nos pasamos hablando, no señor, también tomamos nuestras cervecitas que ella necesariamente tenía que pagar. Además, entre conversación y conversación, le agarraba la mano y susurrándole dulcemente al oído, salíamos a bailar. Como bailo de maravilla, no sólo huayno, también salsa y rock, la condenada gozaba cuando la hacía girar como trompo. Al final, la gringa quedó convencida de que este encuentro era mágico y por efecto de la conversación y la cerveza, afirmaba ser la reencarnación de una valkiria que se había perdido en el tiempo. Salimos de la taberna cuando las mesas estaban vacías y los mozos se aprestaban a limpiar el local. Como afuera hacía frío, la abracé y caminamos bajo los portales de la Plaza de Armas, donde niños de rostros demacrados y soñolientos se acercaban a ofrecernos cigarrillos o pedirnos dinero. La noche era totalmente nuestra. Así, entre besos y abrazos deambulamos por calles silenciosas hasta llegar al hostal en el que pernoctaríamos. En la penumbra de la habitación y echado sobre una cama matrimonial, empecé lentamente a desnudarla mientras la besaba y la acariciaba. Todo marchaba a pedir de boca. Cuando me disponía a realizar el contacto final, usted me entiende, ocurrió lo inesperado. La gringa, abriendo desmesuradamente los ojos, se desprendió con violencia de mis brazos y, saltando de la cama, prorrumpió a gritar y lloriquear de una forma tan escandalosa que despertó al hostal. Como se podrá imaginar, yo estaba aturdido y desesperado por lo que acontecía y temiendo que la conquista se truncara, me acerqué para tranquilizarla; pero la muy histérica, olvidándose de lo amorosa que estuvo, se me abalanzó como una gata enloquecida, intentando desfigurarme el rostro. Créame que nunca hago uso de la violencia y menos con mujeres indefensas. Por eso, no pensé que al atizarle el golpe la iba a dejar inconsciente. Cuando trataba de reanimarla y estando todavía en cueros, llegaron ustedes y sin mediar palabra alguna arremetieron a golpes, poniéndome de cara en la pared. Insulso fue protestar, ya que me callaron a punta de varazos y mentadas de madre. Lo demás usted lo 11