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La investigación no es sólo uno de los más importantes recursos para la actualización de los conocimientos (hacerla, además, imprime confianza); también aporta sensibilidad a quien la hace cuando la comunica en la cátedra y tiñe de rigor, amplitud y amenidad a las lecciones. Quien investiga y escribe, y luego publica, adquiere seguridad en la exposición oral, porque investigar supone buscar y seleccionar fuentes; escribir, encontrar la precisión, y publicar, tener el aval de los consejos editoriales, y poder después leerse a sí mismo para el ejercicio de la autocrítica.
Enhorabuena si se alcanzara la originalidad, pero de cualquier forma la práctica investigatoria constante es un instrumento para alcanzarla; claro, si se posee talento e imaginación, y se es perseverante. De todas maneras, investigar con decoro es una aventura del pensamiento y de la acción que no se debe evadir cuando se es profesor.
La investigación realizada sobre materias diferentes a las de la cátedra, es un auxiliar de gran importancia que debe evaluarse positivamente, si se realiza con seriedad, con pundonor intelectual, y no como simple pasatiempo. Empero, decía un maestro, hasta los pasatiempos del aficionado pueden ser de primerísima jerarquía. Un pasatiempo de los surrealistas, el juego del “Cadáver exquisito”, dio como resultado la introducción en la literatura de la poesía espontánea, Los seres humanos no somos compartimientos estancos con una sola inclinación y una única aptitud. Los grandes maestros han sido versados en habilidades distintas, en unas más connotados que en otras. Los sabios del pasado fueron sabios casi en todo. Francis Bacon fue político, científico y filósofo; Carlos Marx sabía economía
filósofo; Carlos Marx sabía economía, sociología, política y filosofía,
economía, sociología, política y filosofía, entre otras disciplinas; Theilhard de Chardin, además de sacerdote, fue paleontólogo, filósofo y un excelente escritor. Los no tan grandes, e mclusive los muy pequeños, podemos incursionar decorosamente en diversas especialidades, contando con nuestras habilidades, y a nadie puede prohibirse que lo haga. Más aún, en la medida que lo hiciera crecería, por lo menos en benevolencia y humildad. Dice Marañón:
Nada más desagradable que esos sabios envidiosos que viven en perpetuo acecho de los tropiezos de los demás y, entre ellos, en permanente rivalidad de plazuela. El sabio en cambio, que además de su ciencia sabe tocar el violín, es probable que se sienta inquieto por los violinistas, pero mirará, seguramente, a los otros investigadores con generosidad. Esto es progreso moral y debemos fomentarlo14. No es necesario, aunque fuera lo deseable, realizar una proeza en la investigación, un gran descubrimiento, una obra de creación que conduzca a los honores y la gloria. Son pocos los que lo han logrado. Pero el hombre con vocación no busca esto, simplemente se entrega a sus pesquisas y, si lo alcanza, aquello te habrá dado “por añadidura”. Tampoco se enfrenta, ni tiene por qué hacerlo, invariablemente a los problemas más ingentes de la Humanidad o del Universo.