Para algunos de ellos ya no importa lo que dicen, sino que “suene bien” lo que dicen, aunque no dijeran literalmente nada.
Las cátedras de literatura y, en general, de las humanidades, enseñan las diferencias, las similitudes y las ambigüedades de las expresiones, pues el mismo objeto de estudio lo amerita. Las ciencias de las palabras y de las significaciones muestran las inexactitudes y las imprecisiones de las significaciones y las palabras, pero mostrarlo requiere sin duda precisión y exactitud. En cambio, las matemáticas y las ciencias experimentales pueden, y cada vez lo hacen más a menudo, evitar la confusión, utilizando números y símbolos. Así se estila también en la lógica. No es lo mismo afirmar que “A es A”,sin temor a equivocarse, que decir “Este gato es este gato”; porque si bien “A” puede se la misma “A” como sujeto y como predicado de un juicio (salvo la diferencia de que la primera “A” es precisamente el sujeto y la segunda el predicado), “Este gato’ (sujeto) puede ser la herramienta del mecánico para levantar el automóvil y “este
gato” (predicado) con el que se le identifica, puede ser el felino de mi propiedad, y, entonces, “Este gato” no es “este gato”. No sólo eso. El rigor también guarda muy especial relación con la logicidad de la exposición. Si no se sigue una cosa de otra, si los conceptos no son los adecuados, la pretensión de comunicar el conocimiento se esfuma. Así, vgr., de la hipótesis, aceptada por muchos científicos, de que hay vida en otros astros, no puede inferirse validamente que sea una vida humana; o bien, de que existan objetos voladores no identificados (OVNIS) tampoco se deduce que aquéllos sean enviados o conducidos por seres extraterrestres. Tales inferencias carecen de bases y, en consecuencia, de rigor lógico.
Karl Lorenz escribe: “Que los animales y el ser humano descienden de antepasados comunes no es una suposición hipotética, sino un hecho histórico, documentado de manera tan irrebatible como cualquiera de los que nos describe la Historia”
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