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on sus secuelas nefandas. Pero es el caso que si el proceso ed educativo se lleva como lo he imaginado, seguro estoy de que no no habrá inmovilismo; a cambio surgirá una firme conciencia laboral de quienes saben que cumplen con creces sus deberes. El maestro con vocación, desinteresado y culto, pero severamente crítico, no abandonará el aula sin motivo; participará activamente en las luchas sociales y ya no se tomará en serio como apóstol, por más que así le llamen.

trabajadores acrílicos o que es peor, de los timoratos y cobardones que, con sus libros bajo el brazo, su cabeza inclinada y su caminar lamentable, sólo expresan lástima.

El rigor expositivo no es el del científico que investiga, pero menos el otro rigor ejercido en el salón de ciases, equivalente a la severidad, a la inflexibilidad en el cumplimiento de las regias, a la rigidez, que suele dar al traste con una buena exposición.

Estoy seguro de que existen profesores no muy informados, pero, eso sí, inflexibles y tiranos. Dice Estela Ruíz Larraguível, del persona académico del Centro de Investigaciones y Servicios Educativos de la : Me inquieta hablar de la necesidad de democratizar nuestra Universidad, pero me preocupa también advertir que el salón de clases se ha venido constituyendo como un aspecto prácticamente antidemocrático.

En realidad, siempre he creído que los maestros-apóstoles han sido pocos; los más, aunque físicamente su figura lo parezca, simple-

mente se suman

en las filas de los

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C

U.N.A.M